Aquesta web utilitza cookies pròpies i de tercers per oferir-te un millor servei. Al navegar, considerem que n’acceptes el seu l’ús. Més informació

Acceptar
26/12/2005 / Barcelona

Els adversaris d'Evo Morales (II)

(Per JOSEP MARIA DEOP, periodista i antropòleg que segueix tot el procés des de Cochabamba). La victòria a Bolívia d’Evo Morales i el Moviment cap el Socialisme (MAS) ha estat tan inapel·lable que les forces que s’hi oposaven es troben francament desconcertades, però això no significa que no hagin ja posat fil a l’agulla a la tasca de desgast de qui, de fet, encara no s’ha proclamat president –ho farà el pròxim 22 de gener–. Així, mentre els canals de televisió –en mans de l’elit– parlen de “preocupació al món” i es fan ressò de qualsevol declaració del govern Bush, als carrers es respira un ambient molt més relaxat i festiu del que hom pugui imaginar-se.

La victoria en Bolivia de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) ha sido tan inapelable que las fuerzas opositoras se encuentran francamente desconcertadas, pero eso no significa que no hayan puesto ya manos a la obra en la tarea de desgaste de quién, de hecho, aún no se ha proclamado presidente –lo hará el próximo 22 de enero–. Así, mientras los canales de televisión –en manos de la élite– hablan de “preocupación en el mundo” y se hacen eco de cualquier declaración del gobierno Bush, en las calles se respira un ambiente mucho más relajado y festivo de lo que pueda imaginarse.

Pese a la “depuración” de más de 800.000 personas del censo electoral –la mayoría de ellas pertenecientes a las clases más humildes–, el MAS ha alcanzado el 51,1% de los votos, un porcentaje abrumador que, sin duda, obliga a sus opositores a replantear las cosas. El esfuerzo de Quiroga, con una presencia enorme en los medios de comunicación y un despliegue técnico muy superior al del MAS, le ha conducido al 31,3%, o sea, prácticamente una diferencia de 20 puntos. La distancia ha sido tanta que a Quiroga no le quedó más remedio, la misma noche de las elecciones, que reconocer el triunfo del MAS.

3.- Los prefectos. Siete de los nueve prefectos serán enemigos declarados del MAS: cuatro directamente de PODEMOS (La Paz, Pando, Beni y Chuquisaca –donde se encuentra la capital nominal, Sucre–) y los otros tres de diferentes agrupaciones y partidos políticos claramente orientados al populismo de derechas (Rubén Costas en Santa Cruz con su APB –Autonomía para Bolivia–, Manfred Reyes Villa en Cochabamba con su AUN –Alianza por la Unidad Cochabambina– y Mario Cossío en Tarija, con una agrupación vinculada al histórico MNR). Y podría haber sido peor para el MAS, porque allí donde ha ganado, Oruro y Potosí –dos de los departamentos más empobrecidos de toda Bolivia– la lucha ha sido codo a codo con los candidatos de PODEMOS. Y el conflicto no sólo está servido con el prefecto de La Paz, el populista Paredes, que no sólo pide la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), sino que se respete “su máxima autoridad en el departamento”: también lo está con Santa Cruz, donde Rubén Costas continuará despertando el fantasma de una posible secesión del oriente boliviano, recordando que es allá donde se encuentra el “polo del progreso” (en contraposición al polo del caos que representaría Morales, en occidente).

4.- Estados Unidos. La primera reacción de la administración norteamericana ha sido la de, públicamente, dudar de las intenciones del MAS. “Esperamos que gobiernen democráticamente”, ha dicho Condolezza Rice en unas declaraciones que no sólo suponen –si se miran fríamente– una advertencia al gobierno Morales, sino también un profundo menosprecio a la voluntad del pueblo boliviano, además de l'autoadjudicación del papel de “guardián de la democracia” (un papel ciertamente prepotente si se tienen en cuenta el uso de la tortura que practica la administración Bush y la constante violación de las resoluciones de la ONU). También se ha anunciado que, “de momento, no se romperán relaciones” con el gobierno, cosa bien curiosa de aclarar.

5.- Desde la propia izquierda. A pesar de que el mundo vea al gobierno de Evo Morales como una profunda transformación de Bolivia –y realmente lo es, de momento, política: falta que lo sea en lo social–, no es menos cierto que también el MAS se encontrará con dificultades desde “la izquierda”. Así, Jaime Solares, el líder de la COB (Central Obrera Boliviana) y uno de los hombres que más se enfrentó a los gobiernos de Sánchez de Lozada y Mesa Gisbert, ya ha anunciado que le da “un mes de margen” al nuevo gobierno para recoger sus demandas. O sea, que en marzo la COB ya podría estar haciendo llamamientos a manifestarse contra el gobierno. También la Coordinadora del Agua de Cochabamba –célebre durante la “Guerra del Agua” de abril del 2000– se ha mostrado decidida a incrementar su presión sobre el gobierno y no debemos olvidar, tampoco, que todos los que han contribuido en hacer del MAS un partido exitoso mirarán de conseguir una respuesta rápida a sus demandas históricas.

El MAS también se enfrentará, sin duda, al peligro del desencanto, como le ha pasado al Brasil de Lula. Morales subirá al poder con unas expectativas de cambio enormes, como nunca en toda la historia republicana del país. Tendrá margen, pero no demasiado, y tendrá que actuar con rapidez si no quiere que el ruido de la oposición (externa e interna) se intensifique. Hay, está claro, el peligro de la corrupción interna (no olvidemos el caso del senador del MAS, Filemón Escobar, acusado de venderse a la embajada norteamericana), pero éste es un elemento con el que tendrá que contar cualquier partido que acceda al poder en un país sometido a una desestructuración tan fuerte. De hecho, no son pocos los partidarios de las desaparecidas CONDEPA, UCS y ahora NFR –un solo diputado- que están pasando al MAS. En todo caso, son peligros menores si consideramos los otros que asedian a un gobierno que, el día 22 de enero, tendrá que tomar las riendas del segundo país más empobrecido de Latinoamérica.