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01/10/2005 / Barcelona

Mario Benedetti, 85 años al servicio de la literatura

El poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti acaba de cumplir 85 años. Unánimemente considerado como uno de los grandes exponents actuales de la literatura latinoamericana - a la altura de autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes, por ejemplo - Benedetti vive volcado en la atención de su esposa, que sufre una grave enfermedad degenerativa. A modo de homenaje, la página electrónica de Casa Amèrica Catalunya estrena su apartado “Frase del Día” con esta cita del autor de “La Tregua”: "segundas patrias siempre fueron buenas cuando no nos padecen y no nos compadecen".

El poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti acaba de cumplir 85 años. Unánimemente considerado como uno de los grandes exponents actuales de la literatura latinoamericana - a la altura de autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes, por ejemplo - Benedetti vive volcado en la atención de su esposa, que sufre una grave enfermedad degenerativa. A modo de homenaje, la página electrónica de Casa Amèrica Catalunya estrena su apartado “Frase del Día” con esta cita del autor de “La Tregua”: "segundas patrias siempre fueron buenas cuando no nos padecen y no nos compadecen".

Una de las últimas aparciones públicas de Benedetti se produjo cuando fue galardonado, en junio de 2005, con el Premio de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. El jurado destacó el “compromiso” del literato que afirmó no sentirse sorprendido por tal consideración. “Siempre he sido un hombre de izquierdas comprometido con la lucha antiimperialista”. “Este premio no tendrá difusión en Estados Unidos, a donde no puedo ir porque la Embajada no me concede el visado. Pero no importa, es como un premio más” ironizó Benedetti que excusó su ausencia en la entrega del premio para no interrumpir sus visitas diarias a su esposa, ingresada en un centro de Montevideo a causa del mal de Alzheimer que padece.

Antes de dedicarse a escribir novelas, cuentos, poesía, teatro, ensayos, crítica literaria, crónicas humorísticas, guiones cinematográficos e incluso letras de canciones, Benedetti ejerció de taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario, periodista y traductor. Su prolífica obra –ha publicado más de 80 libros- ha sido traducida a 25 idiomas.

Por su interés, reproducimos un extracto de la entrevista que Mario Benedetti concedió al periódico Clarín con motivo de su 80 aniversario.

Acaba de cumplir 80 años. ¿Qué cosas ganó con la edad?
Paciencia, tal vez más serenidad, y madurez por supuesto. Puede ser también que los años le regalen a uno más lucidez, porque las cosas empiezan a verse no sólo con los ojos del presente sino también con los del pasado, y entonces uno puede tener una visión más aproximada del futuro. Pero también, cuando uno se hace más viejo, el cuerpo se va deteriorando y la energía cambia, aunque el cuerpo es la meseta donde se apoyan las cosas del espíritu, ¿no?
El espejo no miente –continúa–; ahí uno va viendo las nuevas arrugas, las bolsas de los ojos... y sin embargo, a veces, a pesar de los años que se tengan, el espíritu de un cuento o de un poema puede seguir siendo joven. Un poema que tiene alegría, que tiene una cosa vital, lo rejuvenece a uno. Lo mismo sucede muchas veces al escribir una historia de amor, aunque sea inventada: uno vuelve a sentir otra vez una cantidad de sentimientos que creía olvidados
Es una forma de mantenerse joven.
Claro, y ésa no es una búsqueda deliberada, es algo que viene solo. Los poemas son casi sanitarios en ese sentido.
¿Sabe que reconstruir la lista de todos los libros que tiene publicados es una empresa bastante compleja? ¿Usted lleva una contabilidad más o menos exacta?Ochenta, si se tienen en cuenta las antologías. Tengo tantos libros como años. Al que le ha ido mejor es a La tregua, de lejos, que ya tiene 148 ediciones. Después vienen Inventario Uno, Gracias por el fuego y La borra del café, que es el último libro mío que ha caído muy bien, ya debe andar por las cuarenta ediciones en los distintos idiomas y países. Pero no me puedo quejar: en España, Rincón de haikus está desde hace varios meses en la lista de best-sellers.
Sin embargo usted siempre se ha sentido más cómodo con la poesía, ¿no?
Siempre digo que soy un poeta que además escribe cuentos y novelas. También me siento cómodo con el cuento, aunque me da mucho más trabajo. Un poema lo puedo escribir en un avión, durante un fin de semana o mientras espero al destino, en cambio un cuento me puede llevar años
La poesía, por lo general, no tiene tantos lectores como la novela o el cuento, y sin embargo la suya tiene muchos seguidores. ¿Alguna vez se preguntó por qué?
Sí, y para mí es un misterio. Pienso que por un lado puede ser porque mis poemas son bastante sencillos, bastante claros, y eso es algo que se convirtió en una obsesión para mí: la sencillez. Hacia el fin de mi adolescencia, cuando yo sabía que iba a ser poeta, leía a los de más prestigio, y aunque los entendía y los disfrutaba, me parecían muy enigmáticos, con toda una retórica que me parece espantaba a los lectores. Me gustaban, pero me dije que yo así no iba a escribir nunca. Otra de las razones por las que creo que a la gente le gustan mis poemas es porque he escrito mucho sobre el amor. Pero así y todo, no me explico demasiado el éxito que han tenido.
Hay que defender la derrota, dijo el poeta.
Es que la utopía es una cosa que debemos mantener. Por definición, la utopía es algo que nunca se realiza por completo, una cosa que parece imposible y después resulta que se realiza. Siempre digo que los tres grandes utópicos que ha dado este mundo son Jesús, Freud y Marx; gracias a ellos la humanidad ha dado pasos positivos. Aunque de cada utopía se realice un diez por ciento, gracias a ese diez por ciento la humanidad ha mejorado un poco. Yo soy un optimista incorregible.

Su defensa de la utopía lo enfrentó a más de un destierro. Debutó como exiliado en 1983, cuando cruzó el charco y se instaló en Buenos Aires buscando una seguridad incierta. Fue aquí donde inauguró el "llavero de la solidaridad": cuando las cosas comenzaron a ponerse oscuras acudía a ese manojo que le abría la puerta de las casas de cinco o seis amigos. Era la única manera de desorientar los radares nefastos que iban tras su sombra. Hasta que la Triple A le dio 48 horas para seguir respirando en la Argentina y se marchó a Perú, luego a Cuba y finalmente a España, continuando un exilio que le negó su patria durante doce años. Y también a su mujer, Luz, que debió quedarse en Uruguay cuidando a las ancianas madres de ambos. A pesar de todo, Benedetti no escupe reproches; más bien le da palmadas a ese tiempo pasado que pudo ser peor.
Sabe que su cuerpo le empezó a confiscar la frescura que mantiene su mente, pero él le pone el pecho al asunto con palabras: su próximo libro de poemas, El mundo que respiro, pone el acento en la cercanía de la muerte.
¿Le preocupa el tema?
Bueno, a todo el mundo le preocupa, ¿no? Pero a los 80 años uno está un poco obligado a pensar en esas cosas. La muerte es una presencia, y la barajo en conexión a lo que es la muerte para otros, no sólo para mí. Pienso que una de las formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar con ella. Me parece que es una manera de poder soportar ese fin obligatorio. Admitir la muerte es un modo de restarle importancia, porque si uno está obsesionado con eso..
Por eso escribe sobre la muerte.
Escribo sobre ella para que no me sorprenda, claro. Su cercanía no tiene que aplastarlo a uno, por eso tengo un poema que se llama Como si fuéramos inmortales: hay que vivir como si lo fuéramos.