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06/10/2006 / Barcelona

Serie “Colombia y el periodismo”, por Bernardo Gutiérrez, de Medios para la Paz: “Medios de comunicación y espectáculos informativos” (XI)

“En nuestro país hemos desarrollado una aventajada prosapia de seguidores del conejo de Alicia: y en primera fila están, qué duda cabe, los medios de comunicación. No olvidemos que los medios no funcionan en abstracto, sino que son de carne y hueso: están constituidos por empresarios, dinastías familiares y sectores políticos a los que no les conviene abrir cortinas y descubrir las lacras del sistema que coadyuvan a sostener. No tienen este interés porque son evidentemente miembros de las mismas estructuras que sostienen las inequidades. Son parte interesada, aunque quieran mostrarse como miembros imparciales de la sociedad. En realidad se sirven a sí mismos, con exclusión del resto de la sociedad...” (En la imagen, Gloria ortega y Bernardo Gutiérrez, de Medios para la Paz)

“En nuestro país hemos desarrollado una aventajada prosapia de seguidores del conejo de Alicia: y en primera fila están, qué duda cabe, los medios de comunicación. No olvidemos que los medios no funcionan en abstracto, sino que son de carne y hueso:  están constituidos por empresarios, dinastías familiares y sectores políticos a los que no les conviene abrir cortinas y descubrir las lacras del sistema que coadyuvan a sostener. No tienen este interés porque son evidentemente miembros de las mismas estructuras que sostienen las inequidades. Son parte interesada, aunque quieran mostrarse como miembros imparciales de la sociedad. En realidad se sirven a sí mismos, con exclusión del resto de la sociedad.
 
Después de todo, esta manera de obrar y de pensar es la que se ha instalado hoy en todos los ámbitos: la ganancia como condición primordial de cualquier actividad económica. Y los medios son, en el mundo moderno, ante todo una empresa económica, y deben rendir cuentas de su rendimiento a sus propietarios, que en muchos casos poco se preocupan por la calidad de la información y del análisis. Para ellos la calidad del periodismo es un mero subproducto: lo importante es la optimización de las ganancias. Y si en esta dinámica se produce accidentalmente algún buen resultado informativo, mejor que mejor: también esto les conviene, pues suministra la ocasión de presentarse como agentes del bien común.
 
Todos conocemos, por ejemplo, el caso clásico del medio o los medios de comunicación que apadrinan, por decir algo, a un niño huérfano que necesita un transplante de hígado, y que no tiene dónde caerse muerto. El niño está abandonado en una chabola, en un tugurio como decimos nosotros, en compañía de un sordomudo, que es el único que se ha ocupado de él desde pequeñito.  Alguien de algún medio pasa por allí, se conmueve al ver la escena de abandono total, y regresa a su periódico, o noticiero de TV, con un plan de acción. Allí ven las posibilidades del tema, y en un dos por tres promueven una gran campaña para conseguir los fondos necesarios para enviar al niño al hospital.
 
Todo el mundo colabora, los médicos, las empresas, las compañías aéreas. La sociedad entera está pendiente de la última noticia. Frente a los televisores hay muchas lágrimas, los medios impresos dedican galones de tinta a describir la chabola y a intentar hacer hablar al sordomudo (sin mucho éxito). A este punto se ha logrado captar la atención de millones de personas, que siguen atentamente, con solidaridad, la odisea del niño y del sordomudo. Entre tanto el medio que lidera la campaña ha triplicado su audiencia, las empresas que con generosidad están aportando su colaboración han visto sus logotipos, y a sus ejecutivos, en las primeras planas de las noticias, y en las oficinas comerciales de todos los estamentos involucrados se frotan con satisfacción las manos, pues la simple operación aritmética de la relación costo-beneficio les ha mostrado que toda esta atención del público se está obteniendo con sólo una fracción de lo que les hubiera costado hacer una campaña publicitaria por medios más convencionales.
 
 
Finalmente se encuentra un hígado para el niño, el niño es operado con éxito, alguien le promete una casa al niño para que se vaya a vivir con el sordomudo, y se agota el tema. Las audiencias asumen que la oferta de la casa se cumplirá, y que el niño y el sordomudo no quedarán desamparados. Pero sucede que muchas veces, una vez desaparecidas las cámaras de la escena, y los periodistas han regresado a sus redacciones, la casa no se materializa, pues ya no es necesario concretar el hecho, ya no hay noticia, la noticia ya se produjo, “ahora veamos qué hay de nuevo”. Se pasa la página y el público se sumerge en otro “show” informativo, que esperaba su turno para irrumpir en escena.