El próximo domingo 18 de diciembre se celebran elecciones en Bolivia. Se trata de un momento trascendental para la historia de este país latinoamericano. Por la importancia del hito, la web de Casa Amèrica Catalunya publicará durante toda la semana un documentado análisis de la situación en Bolivia efectuado sobre el terreno, desde la región de Cochabamba, por el antropólogo y periodista Josep Maria Deop, un profundo conocedor de la realidad del país. (En la imagen, Tuto Quiroga y Evo Morales. Con toda probabilidad, uno de ellos será el próximo presidente de Bolivia)
Elecciones en Bolivia: la supervivencia de la clase política tradicional
“Dentro de pocos días, una de las grandes incógnitas de la política latinoamericana se habrá aclarado y conoceremos el nombre del vencedor de las elecciones generales bolivianas y, tal vez, el del futuro presidente. Y digo tal vez porque sólo si uno de los candidatos obtiene la mitad más uno de los votos en juego podrá autoproclamarse presidente la misma noche de las elecciones.
En caso contrario, algo bastante probable, serán las alianzas de los partidos las que determinarán en quién recae la presidencia. Hoy el dilema se encuentra entre Evo Morales, convertido cada vez más en un símbolo de la antiglobalización, y Tuto Quiroga, el gran valedor del neoliberalismo en Bolivia y el hombre de las transnacionales y la embajada norteamericana.
Pero, desde la proximidad, las elecciones bolivianas se presentan cargadas de matices que es preciso analizar detenidamente.
1- La supervivencia de la clase política tradicional
Después de las masacres de abril de 2000 (“Guerra del Agua” en Cochabamba) y de octubre de 2003 (“Guerra del Gas” en La Paz y El Alto) ya nada ha vuelto a ser lo mismo en un país dominado por unas estructuras sociales heredadas directamente de los tiempos coloniales. En pocos años el viejo sistema político se ha visto zarandeado por la irrupción en escena de las clases más marginadas, encabezadas por dos verdaderos “outsiders” de la política boliviana: Felipe Quispe, más conocido como el “Mallku”, y Evo Morales, bregado en la zona cocalera del Chapare y una auténtica “bestia negra” para las élites bolivianas. Con el paso de los años, el primero ha perdido buena parte de su carisma y lo tiene difícil para volver a repetir el exitoso papel de las elecciones del año 2002, mientras que el segundo ha sabido reunir a su alrededor los restos del naufragio de la vieja izquierda tradicional y al emergente movimiento indigenista, fuertemente arraigado en los valles y las selvas de Cochabamba. Si en algún momento pareció que el “Mallku” y Morales podrían construir una alianza con posibilidades, hoy esta opción es más lejana que nunca. Con todo, ambos comparten un mismo espíritu: el repudio del viejo sistema político y su voluntad de “refundar” el Estado boliviano.
Pero pese a las apariencias, la fuerza de los movimientos populares bolivianos es limitada o, por decirlo de otra manera, la capacidad de supervivencia de la vieja clase política parece ser ilimitada. A pesar del fuerte desgaste que supusieron las dimisiones de Gonzalo Sánchez de Lozada (después de una retahíla de muertos) y de Carlos Mesa, muchos de los diputados que integraban la coalición gobernante (MNR, NFR y MIR) se han integrado sin ningún tipo de problemas en los nuevos partidos creados para mirar de salir del paso: PODEMOS (Poder Democrático y Social), que recoge los restos del ADN del dictador Hugo Bánzer, y UNO (Unidad Nacional), que hace lo mismo con el MIR de Jaime Paz Zamora. El primero está encabezado por Tuto Quiroga, un hombre que gobernó el país durante unos meses después de la muerte de Hugo Bánzer, ya que había sido su vicepresidente durante cuatro años bajo el gobierno de ADN (un gobierno conocido como la “pegacoalición”, o sea, la coalición de los que sólo buscan un lugar donde colocarse, ya que en total, fueron cuatro los partidos que la integraron: la gobernante ADN, el MIR, la UCS y CONDEPA, dejando solo en “la oposición” al MNR). El segundo, liderado por Samuel Doria Medina, un histórico del MIR que ha roto con su formación de toda la vida, y que fue uno de los artífices del proceso de “capitalización” de los años 90, esto es, de la venta masiva de todas las empresas estatales (curiosamente, una de estas empresas, dedicada a la producción de cementos, es hoy propiedad suya y lo que le ha permitido convertirse en uno de los empresarios más ricos del país). Tanto el uno como el otro sobrevivirán a la crisis del viejo sistema político y habrán demostrado, una vez más, la inagotable capacidad de supervivencia de las élites latinoamericanas, a pesar de su imparable desprestigio social. De hecho, uno de ellos, Tuto Quiroga, tiene serias posibilidades de proclamarse presidente”.
Josep Maria Deop.
Es periodista y antropólogo. Miembro del Comité de Solidaridad con los Pueblos Indígenas de América.