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26/07/2023 / Barcelona

Natalia García Freire, escritora ecuatoriana: “Escribir es rasgar las heridas que todos llevamos dentro”

“Soy una lectora voraz, hambrienta y nunca saciada, quizás porque vengo de un país con muy poco acceso a los libros, lo que te mantiene en una sensación de perderte una serie de mundos.” De esta forma se presenta la escritora ecuatoriana Natalia García Freire, la participante más joven del segundo Festival KM Amèrica, quien se autodefine “nieta” de la generación del boom, “un concepto que existe más de este lado que allá”, puntualiza. Esa necesidad de leer despertó su vena de escritora, “una pulsión que nace de todo lo que te has ido tragando y que está allí preguntándote cosas”. Sus dos novelas Trajiste contigo el viento y Nuestra piel muerta atestiguan la brillante proyección de una escritora que reivindica “lo intuitivo y lo corporal, lo menos consciente y lo más orgánico” en su personal y pasional relación con la palabra.

Como buena lectora, lo primero que suelta García Freire en esta conversación es su admiración por las instituciones que impulsan y acogen el Festival KM Amèrica: “La Biblioteca Gabriel García Márquez es un hogar, un monumento, un sitio hecho para los lectores. Simbólicamente es muy linda su existencia, como la de la Casa Amèrica Catalunya. Son sitios por y para los lectores, para articular el diálogo y la conversación”, destaca. “El Festival crea un gran diálogo, te lo hace sentir aunque estés de espectador o hablando. Eso me ha entusiasmado mucho”, añade.

Rasgar las heridas
Sobre las líneas temáticas que han recorrido las mesas de conversación del Festival, Natalia García Freire apunta que la necesidad de los autores latinoamericanos actuales de preguntarse y repensar todo el tiempo responde a una cuestión de identidad. “Somos países en constante mestizaje y nos interrogamos sobre cosas que han estado mucho tiempo silenciadas como ¿Qué es mi familia?, ¿dónde están los vínculos y por qué los hay rotos?, ¿dónde se rompieron esos afectos? Me ha encantado esa honestidad en las apuestas literarias de los autores del KM Amèrica”.

“Escribir es rasgar y estamos rasgasndo esas heridas que todos llevamos dentro... Hay mucha incomodidad pero ahí estamos todos tomándonos las manos bajo la mesa, escribiendo un mismo texto”, subraya.

Hambre de leer
Preguntada sobre la chispa que le motivó a escribir, Natalia García Freire explica que “primero fui lectora voraz y hambrienta, hambrienta, hambrienta... Y cuando luego la palabra regresa irremediablemente, nace la escritura, no tanto como agradecimiento como por el hecho de regurgitar algo que me interpela, que habla conmigo... Escribir fue una pulsión natural del acto de leer vorazmente”.

La autora ecuatoriana admite que le interesa más la lectura que la escritura, “donde aceptas un ego, adquieres el papel de autor/a, el/la que escribe, tienes una mirada, te posicionas...El texto, el libro no existe sin el lector, quien lo va a convertir en algo mucho más grande por todos los huecos que va llenando”.

Un balbuceo
García Freire confiesa que para escribir historias su método — “que me parece torpe”— consiste en “un juego, un balbuceo como el de los primeros descubrimientos del lenguaje cuando eres niño... Para mí la escritura no es dar nombre a las cosas, es descubrir ese nombre”. Quizás por ello, reconoce no sentirse capaz de escribir una obra larga como lo acreditan sus dos novelas Nuestra piel muerta y Trajiste contigo el viento formadas por capítulos cortos, “de buscar y encontrar, dos o tres páginas y no hay más. En Trajiste contigo el viento siempre había un sonido, una voz nueva que implicaba todo, una semántica distinta, un universo distinto... Era una escritura muy divertida por los descubrimientos que debía hacer”.

Referentes
Al hablar de sus referentes, García Freire se explaya en Canto yo y la montaña baila, novela de la poeta y narradora catalana Irene Solà: “Es como si hubiera estado en trance magnético, para el lector y también para ella. Logra cambiar el paisaje como algo estático, sin voz, como ente decorativo... Es una de las cosas más importantes de nuestra época: pensar en el paisaje como algo que a lo mejor nos mira y que sin él no podríamos existir”, reflexiona. La escritora ecuatoriana también señala a Eisejuaz, de la argentina Sara Gallardo; Satantango, del húngaro László Krasznahorkai, y La muerte y la primavera, de la catalana Mercè Rodoreda, como faros literarios.

Sobre el libro que le hubiera gustado escribir, García Freire menciona con “cariño, envidia y devoción” a Siempre hemos vivido en el castillo, de la norteamericana Shirley Jackson, autora especialista en el género del terror. “No sólo me gustaría haber escrito este libro, sería maravilloso que su personaje principal, Merricat Blackwood, existiera y pudiera tomarme un té con ella”, dice con los ojos brillantes.

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