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05/11/2010 / Barcelona

Antonio Skármeta cumple 70 años con “Canta, cartero, canta”, artículo que comparte desde Casa Amèrica Catalunya

Antonio Skármeta cumple el domingo, 7 de noviembre, sus primeros 70 años de vida. Y el martes, día 9, los celebrará pletórico en Casa Amèrica Catalunya para hablar de los poetas como Neruda, Gabriela Mistral o Jorge Manrique convertidos en personajes de su narrativa. Lo hará desde nuestro auditorio acompañado en labores de presentador por otro ilustre de las letras, el mexicano Juan Villoro. Y ahora, en lugar de recibir regalos, nos brinda Antonio un obsequio de aniversario en forma de artículo. En este texto previo a su presencia en Barcelona, cuenta la experiencia de haber vivido en Los Ángeles la ópera Il Postino, basada en su novela “El cartero de Neruda”, donde el rol del poeta lo interpreta Plácido Domingo. El mes pasado, Skármeta presentó también en nuestra sede su última novela “Un padre de película”. Este es el artículo de Skármeta:

“Cuando el 23 de septiembre se levantó el telón para dar inicio a la première mundial de  la ópera “Il Postino” en los Ángeles, California, difícilmente pude evitar que de un sólo golpe se unieran en mi memoria todos los momentos que llevaron mi obra escrita a esta culminación. Experiencia que seguro se repetirá cuando la ópera se estrene en diciembre en Viena, y tratándose de don Plácido, en algún momento en España.             “Il Postino” nace en el tiempo de la dictadura de Pinochet  como un emocionado recuerdo desde mi exilio en Berlín Occidental del Chile democrático que yo había vivido y disfrutado hasta que vino el Golpe de 1973, sometiendo a mi pueblo a la violación de sus derechos humanos, inaugurando un periodo de barbarie, y enviando a cientos de creadores al exilio.              Al ir escribiendo mi novela “El Cartero de Neruda”, creo que en mi corazón pujaba la necesidad de recuperar el modesto e imperfecto paraíso que había perdido: ese Chile donde el poeta estaba cerca de la gente, y la gente sentía que el poeta hablaba por ellos. Un país donde se podía profundizar la democracia con alegría e imaginación sin sospechar que, de repente, muchos tendrían que pagar con sus vidas esta afectuosa hazaña.             Desde el primer momento, la obra logró una rápida emigración a otros géneros. No había yo acabado de escribir mi obra, cuando un productor alemán, sobre la base de la lectura de algunos capítulos, me propuso escribir la historia de Pablo Neruda y el Cartero como un guión de cine. Confundido por su generosidad lo hice, suspendiendo el final de la novela, y al entregarle el guión, para mi sorpresa, me propuso que yo mismo lo dirigiera. Confieso que tenía experiencia en dirigir actores de teatro desde mis años juveniles en la universidad, y había dado muestras de ser un guionista eficiente, pero jamás había tenido una formación académica como director de cine. Todo lo que sabía de este arte, era como espectador.             El productor me animó a que me arriesgara: se trataba de un film de “low budget” –bajo coste- (en eso no me engañaba), y si no resultaba bien, nadie se indignaría: sería visto como el film de un escritor que intenta hacer cine y fracasa. Era tal vez otra Alemania, más dispuesta al riesgo. No sé si ahora tendría esa suerte. El azar quiso que la película  -de una humildad apabullante, hecha con actores chilenos en el exilio-,  tuviera un efecto insospechado. La Frankfurter Allgemeine Zeitung comentó tras su debut en la televisión alemana que se trataba de un film “maravilloso” y cuando se presentó en el Festival de Huelva en 1983 ganó el Premio Mayor y el del Público. El film se llamaba “Ardiente Paciencia” y aun hoy –de vez en cuando, aparece en alguna televisión europea o en algún festival de cine-, bajo el amparo de algún curador o productor que lo recuerda con simpatía.             Desde que el libro se publicara en castellano, la historia ha sido adaptada en numerosos países a la radio, al teatro (más de doscientos montajes en el mundo), y al cine por Michael Radford. Durante algunos años, los jóvenes en muchos países vestían un “T-shirt” con uno de los bocadillos más populares de mi obra: “La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa”.             Me acostumbré a pensar que con esta sencilla historia de fricción entre un gran poeta y un hombre humilde cualquier cosa podía pasar: menos que llegara el día en que se convertiría en una ópera y que el rol de Neruda lo  cantaría el maestro de maestros, ese gran artista y espléndida persona que es Plácido Domingo. Comentando su punto de vista sobre este rol, Plácido Domingo dice algo muy significativo y personal sobre mi novela: “Hay un paralelismo entre mi persona y el personaje de “Il Postino” de Skármeta, pues siempre estoy intentando enseñar a gente joven, dando consejos”.             El compositor  Daniel Catán, un artista mexicano que vive desde hace diez años en Los Ángeles y ha adaptado antes al escenario un texto de García Márquez, recibió de mi todas las libertades que quisiera tomarse con tal de que se sintiera fortalecido para llevar mi historia a este género de géneros que es la ópera. Catán enfrentó un desafío que lo excita: hacer ópera en español, una lengua poderosa que no cuenta en este género con muchos ejemplos ilustres. Casi casi, guardando las distancias, se ve en este aspecto como Mozart que se empeña -a la larga con mágico éxito- en hacer ópera en alemán, cuando todo el mundo daba por entendido que la ópera era un asunto absolutamente italiano. La lengua de Cervantes, y la de Neruda, es para Catán la manera en que miramos la vida, lo que hacemos con ella: “En esa mirada nos enfrentamos a lo verdaderamente importante: el amor, la felicidad y la pasión”. Está convencido que una lengua es una manera de “ver”.             Hace unos quince años, el film italiano “Il Postino” estuvo en la alfombra roja de Hollywood con cinco nominaciones a los premios Oscar. Quizá era muy temprano aún para un film europeo (más adelante ganaría “La Vida es bella”), pero la  verdad es que la nominación póstuma para Massimo Troisi como mejor actor no prosperó –pese a  la devoción que había recibido su arte de parte de la crítica y el público norteamericano-. En aquella ocasión, los académicos prefirieron a Mel Gibson y su “Braveheart”:  una píldora amarga que aún no termino de tragar.            Massimo creó un personaje con un alma simple y grande que es incapaz de decir todo lo que siente, pero que a la luz generosa de Neruda (Philippe Noiret) comienza a transformar en destellantes metáforas verbales su deliciosa e imprecisa gesticulación napolitana. La muerte de Troisi  de un ataque al corazón justo tras el último día de filmación cubrió al film de una carga emotiva arrasadora.            El film franco-italiano es un vivo recuerdo en Estados Unidos  y en Europa y los  artistas que subieron al escenario de La Ópera de los Ángeles  tuvieron grandes desafíos por delante: el recuerdo de la música de Bacalov – premiada con un Oscar – la gloriosa performance de Troisi, el sólido encanto maduro de Phillipe Noiret, la arrebatadora turbulencia de Maria Grazia Cucinotta. En su género, La Ópera de Los Ángeles ofrece un elenco genial: Plácido Domingo como Neruda, Charles Castronovo como el Cartero, Amanda Squitieri como Beatriz y la gran soprano chilena Cristina Gallardo - Domas como Matilde, la esposa del poeta. La obra la coproduce Le Châtelet (estreno en París en junio del 20ll), y en Austria, la Ópera de Viena.             Asistí a la première mundial en Los Ángeles y pude ver y oír la impresionante standing ovation (ovación en pie) del público y luego leer las elogiosas críticas norteamericanas e internacionales.            Vi a Plácido Domingo, al borde los 70 años, feliz.             Como autor de la novela, que cumple la misma edad, también yo me sentí como un niño en día de cumpleaños,            Como podéis ver, el cartero llama varias veces.