Desde la región boliviana de Cochabamba, donde se encuentra, el periodista, antropólogo y experto en este país andino Josep Maria Deop sigue desmenuzando las claves de las elecciones de este domingo 18 de diciembre. Hoy aborda una cuestión esencia para entender la tremenda importancia de esta cita electoral en el país más pobre de Suramérica pero que, paradójicamente, alberga unos recursos naturales de vital importancia geoestratégica.
Elecciones en Bolivia: la propiedad de los recursos naturales
3.- La propiedad de los recursos naturales. La importancia de las elecciones bolivianas viene determinada por las inmensas reservas de hidrocarburos que, en los últimos años, se han encontrado en las tierras del sur y el este (justamente las que quedaron fuera de la explotación colonial y que históricamente habían sido olvidadas por las élites de La Paz y Sucre, concentradas en la explotación de unas minas que, hoy, se han agotado prácticamente).
La preocupación del gobierno norteamericano por la posible ascensión de Evo Morales al poder no se debe tanto a su simpatía por Hugo Chávez como por que pueda incrementar los impuestos que pagan las grandes transnacionales que operan en el país. El gas boliviano, que según los proyectos de Tuto Quiroga tendría que viajar directo a Chile y después a California, es el principal objetivo, pero tampoco es preciso olvidar las prospecciones de petróleo (Repsol es la propietaria de la antigua compañía estatal YPFB) y las “posibilidades” que, para las grandes transnacionales de la alimentación, ofrecen las tierras de las llanuras orientales como escenario de monocultivos transgénicos -como la soja o el aceite- y para la ganadería intensiva.
Estas tierras se encuentran en manos de las élites de Santa Cruz –muchas de ellas descendientes de croatas y serbios llegados durante el siglo XX y, por lo tanto, poco relacionados con las élites de La Paz y Sucre-, que son las que han impulsado un movimiento autonomista que flirtea con una posible independencia de las tierras orientales. La falsa dicotomía que plantean es: “el occidente es salvaje e indómito, es la miseria y la pobreza; nosotros somos el polo del desarrollo, del espejo europeo, de las chicas bonitas (y bonito, en Bolivia significa “blanco”) y del progreso”. Una dicotomía, está claro, que no resistiría ningún mínimo análisis histórico o económico, pero que tiene su eficacia en el imaginario colectivo, como se verá en las elecciones del día 18.
Con todo, es preciso tener en cuenta que Evo Morales ha insistido una y otra vez que él no expropiará las compañías extranjeras y que mirará de alcanzar un pacto que permita dejar más dinero en el país (dinero con el que, sin duda, pondría en marcha programas de educación y sanidad al estilo venezolano). Algunos de los candidatos de Morales, como el postulado a prefecto de Cochabamba, Jorge Alvarado, incluso han trabajado para estas compañías (Repsol) y saben perfectamente que una expropiación masiva los conduciría al aislamiento internacional y a una desestabilización que ninguno de ellos desea. Si el el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS) llegase a la presidencia, necesitaría el dinero de los hidrocarburos para poner en marcha sus programas sociales –que serían exigidos con impaciencia por la población–y eso le llevaría, forzosamente, a pactar con las empresas transnacionales. Pero eso, está claro, sólo pasará si Morales consigue el próximo domingo el 51% de los votos.
Por Josep Maria Deop, periodista, antropólogo y miembro del Comité de Solidaridad con los Pueblos Indígenas de América