A sólo tres días de las elecciones, en Bolivia se añade ahora un nuevo protagonista que había permanecido en silencio las últimas dos décadas. El Ejército muestra su desconfianza hacia la política boliviana pidiendo que el ganador de la primera vuelta sea investido presidente aunque sólo obtenga una mayoría simple para así evitar disturbios. Con esta propuesta saldría elegido Evo Morales, que en estos momentos supera a Quiroga en intención de voto. En una entrevista concedida a La Vanguardia, Evo Morales afirma que si sale elegido presidente nacionalizará el gas natural y el petróleo porque es el pueblo quien lo reclama. Además promete legalizar el cultivo de la hoja de coca, un tema que le enfrenta a Estados Unidos. Josep Maria Deop, antropólogo y periodista experto en Bolivia, aborda hoy en su análisis sobre las elecciones bolivianas desde la región de Cochabamba, el tema de la descentralización, clave para entender la nueva distribución del poder en Bolivia.
Elecciones en Bolivia: Las prefecturas
4.- Las prefecturas. El día 18 de diciembre Bolivia no sólo escogerá un nuevo presidente, sino que cada departamento del país (hay nueve) tendrá que votar a su prefecto, un cargo que podría equivaler al de los presidentes autonómicos españoles. Serán las primeras elecciones para este cargo y, en realidad, han sido aceptadas de buen grado por la élite boliviana no porque haya una sincera voluntad de descentralizar la administración del Estado, sino porque les suponen un tipo de as bajo la manga.
El MAS de Evo Morales será sin duda el partido más votado en las elecciones generales y quien tendrá más diputados en el Parlamento, pero es casi seguro que no obtendrá ni una sola de las nueve prefecturas en juego, ni tan solo a su bastión de Cochabamba, en el centro del país. Eso se explica por el gran poder de atracción que tienen algunas figuras locales que provienen de la vieja clase política y que –aparentemente rompiendo con el pasado- han hecho auténticos juegos malabares para presentarse en las elecciones con la “cara limpia”. Los casos más extremos son los de los más que probables prefectos de los departamentos de La Paz y Cochabamba: José Luis Paredes, ex-alcalde de El Alto y ahora candidato de Tuto Quiroga; y Manfred Reyes Villa, ex-alcalde de Cochabamba y socio de gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada durante la “Guerra del Gas”. Reyes Villa ha roto con la formación que le catapultó a la coalición de gobierno, el NFR, y ha creado un nuevo partido, el AUN (Alianza por la Unidad Nacional), un nombre que parece más un sarcasmo que antes que una honesta elección de siglas.
El caso de Santa Cruz, otro de los departamentos más poblados del país y una de las zonas donde el MAS tiene menos fuerza también es sintomático. El candidato a prefecto es Rubén Costas, un hombre que ha encabezado masivas manifestaciones en favor de la autonomía de las regiones orientales (manifestaciones que juegan con el fantasma de una emancipación definitiva) y que disimula bien poco su racismo visceral. Otros departamentos, como Tarija, con enormes reservas de gas natural, quedarán controlados por hombres del MNR (Mario Cossío) o relacionados directa o indirectamente con la antigua ADN del general Bánzer (reciclados en el PODEMOS de Quiroga), como pasará en Beni o Pando, en las selvas del norte del país.
Parece claro, pues, que en el supuesto de que Evo Morales alcanzase la presidencia la misma noche del 18, las diferentes prefecturas del país continuarían en manos de las viejas élites, que con la cara más o menos lavada, continuarían ejerciendo su capacidad de bloqueo político y económico. En el mejor de los casos, Evo Morales tendrá que contar con una disputa constante de competencias con las prefecturas, que rápidamente se convertirán en el bastión desde donde practicar una oposición destructiva, desobedeciendo las instrucciones del gobierno de La Paz y atribuyéndose competencias no cedidas.
Por Josep Maria Deop, periodista, antropólogo y miembro del Comité de Solidaridad con los Pueblos Indígenas de América