Esta web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerte un mejor servicio. Al navegar, consideramos que aceptas su uso. Más información

Aceptar
01/10/2007 / Barcelona

José Delannoy, conservador del Museo Pablo Casals de Puerto Rico: “¿Estadounidenses? ¿Latinoamericanos? Es mejor que los puertorriqueños no tengan que tomar partido” (III)

Puerto Rico presenta una dualidad entre su realidad cultural y su vinculación jurídico-política con Estados Unidos que provoca unas situaciones políticas y unos sentimientos identitarios particulares, a veces difíciles de gestionar. José Delannoy, conservador del Museo Pablo Casals de Puerto Rico, en la tercera parte de esta entrevista celebrada en Casa Amèrica Catalunya, nos habla de esta singular coyuntura de su país, un tema que a menudo los mismos puertorriqueños tratan de evitar.

Puerto Rico presenta una dualidad entre su realidad cultural y su vinculación jurídico-política con Estados Unidos que provoca unas situaciones políticas y unos sentimientos identitarios particulares, a veces difíciles de gestionar. José Delannoy, conservador del Museo Pablo Casals de Puerto Rico, en la tercera parte de esta entrevista celebrada en Casa Amèrica Catalunya, nos habla de esta singular coyuntura de su país,  un tema que a menudo los mismos puertorriqueños tratan de evitar.
 
¿Casals estaría satisfecho con el actual status político de Puerto Rico, o hubiera dado otro paso adelante?
Casals no hubiera abogado por la independencia de Puerto Rico, pero tampoco por su anexión total a los Estados Unidos. Cuando se le consultaba sobre el estatuto oficial de Puerto Rico, era por la amplia comunicación que tenía el maestro Casals con el presidente Kennedy y con los presidentes que luego le sucedieron. Lo que el gobierno de Puerto Rico no lograba transmitir oficialmente, sí lo lograba Casals de otra manera informal. No sé decir si era “abogando por”, o si eran, sencillamente, unos interesantes diálogos. Casals era de otra estatura, su sola presencia, prestigio y prominencia hacían que siempre tuviera abierta una puerta en la Casa Blanca.
 
Esa dependencia política de los Estados Unidos, ¿hasta qué punto es positiva para la isla?
La alternancia en el gobierno de Puerto Rico entre anexionistas y autonomistas ha logrado mantener la política de buena relación con los Estados Unidos, pero también nos proyectado internacionalmente. Hay una simpatía para abrirnos también con Europa, Asia, con el resto del mundo. Ahora, con la globalización económica, unos y otros terminarán proyectando a la isla al resto del mundo, sin depender únicamente de la economía norteamericana. Tenemos que mantener las mejores relaciones posibles con América Latina y Europa sabiendo que nuestra condición política sigue unida a los Estados Unidos para manejar las relaciones exteriores.
 
Puerto Rico celebra elecciones en 2008. En su opinión, ¿con qué perspectivas?
Este último cuatrenio político en Puerto Rico ha sido muy particular, con un gobernador autonomista y un poder legislativo anexionista. No es la primera vez que se comparte el poder, pero es la primera vez que vemos un poder ejecutivo con un enfoque de identidad propia y un legislativo anexionista. A principios de los 80 fue al revés. Aquella primera experiencia, vamos a decirlo así, fue más civilizada. El ejercicio político no ha sido el mejor, pero obligará a que la gente, en las próximas elecciones, decida que solamente hay que ir con un aire y no con doble partida, porque no ha sido lo más saludable para la administración pública. No han sabido ponerse de acuerdo y pactar, y han drenado los ánimos de la gente y la economía.
 
 
¿En Puerto Rico se sienten latinoamericanos?
El puertorriqueño tiene la bipolaridad de que por un lado se siente latinoamericano aunque por el otro está vinculado políticamente a los norteamericanos. Es un tema muy sensible y es mejor no hacerlos tomar partido.
 
¿Pero la anexión con los Estados Unidos no sería terrible para la identidad cultural propia de Puerto Rico?El puertorriqueño es muy particular respecto a eso. Por ejemplo, la generación de inmigrantes puertorriqueños en Estados Unidos, que llegaron hace 60 o 70 años, en lugar de sentirse asimilados –porque han vivido, han nacido allá, en tierra firme– han creado una afirmación puertorriqueñista muy fuerte, y siempre terminan comprando un lote funerario en Puerto Rico porque dicen: “si muero acá, en Estados Unidos, quiero ser enterrado en Puerto Rico”. Esas comunidades tienen unas manifestaciones culturales puertorriqueñistas fortísimas. Esa efervescencia es terrible. Pero en la isla, encontramos a gran parte de la población que quiere asegurarse el eslabón permanente con Estados Unidos. Y está la otra parte, la autonomista, y los independentistas, éstos claramente minoritarios.  Puerto Rico ha logrado conservar su cultura propia por su condición de isla y ha habido una vértebra muy fuerte para que así se mantenga. En las Filipinas, tras 50 años de administración colonial norteamericana, conservan apellidos españoles pero para nada conservan el idioma castellano. O es el inglés o es el tagalo. En Puerto Rico usamos sólo una lengua, la castellana, y eso dice mucho. Nuestra identidad, al cabo de 500 años, está muy definida. Por cosas de la vida, son los norteamericanos los que marcan la línea. Y me causa mucha suspicacia si querrán tener un estado o provincia integrada donde sean todos hispanos y católicos, cuando ellos como anglosajones son protestantes y prefieren una cohesión lingüística y cultural. Esto nos deja idea de que las probabilidades son otras.