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17/11/2022 / Barcelona

Lali Armengol, dramaturga y directora de teatro: ‘La mujer venezolana tiene como prioridad cotidiana sobrevivir’

La dramaturga, directora de teatro y activista feminista catalano-venezolana, Lali Armengol, (L’Ametlla del Vallès. Barcelona. 1945) ha visitado Casa Amèrica Catalunya donde ha tenido ocasión de contemplar y disfrutar del mural Amèrica XXI instalado en nuestra Sala de Exposiciones. Con 45 obras de teatro a sus espaldas y la fundación del Teatro 8 de Marzo -formado íntegramente por mujeres- y de la Casa de la Mujer Juana Ramírez, Lali Armengol es un referente de la cultura y del movimiento feminista en Venezuela, a donde llegó hace más de 60 años. Con ella hemos conversado sobre su trayectoria, sus inminentes proyectos y sobre la situación social en este país latinoamericano donde la mujer es el núcleo de la lucha constante de sus habitantes por la supervivencia.

Ver video de la entrevista a Lali Armengol, dramaturga, directora de teatro y activista feminista catalano-venezolana.

¿Qué ve Lali Armengol cuando mira atrás?
En 1983, cuando empezamos con el Teatro de Calle para difundir la reforma del Código Civil, en lo que fue un gran momento para la sociedad y en especial para las mujeres, era tan ingenua que pensaba que el mundo se podía cambiar, que lo iba a ver y disfrutar. Claro que han habido avances pero, por ejemplo, la situación de violencia contra la mujer es un tema que está anclado en la sociedad venezolana, la mexicana, la catalana, la española... Se ancló y tenemos una impotencia... Tenemos casi 40 años de trabajo con la Casa de la Mujer, que fue fundada a partir del Teatro, y cuando miro atrás pensé que sería mucho más fácil.

¿Qué quedan de aquellas expectativas?
Hay una trampa y es que Venezuela tiene muchas leyes, tiene una ley para cada cosa. Y esas leyes son imposibles de cumplir, este es el problema. Cuando haces una ley hay un proceso de reeducación para ellos, para nosotras, para todo el mundo. Tienes una ley, fantástico, la mejor del mundo, la más progresista... Sí, bueno, ¿y cómo se arma esto? Por ejemplo, hemos investigado el acceso a la justicia de las mujeres y sucede (y también pasa aquí en España) que la gente que tiene que recibir las denuncias y darles respuesta y actuar conforme a la ley no tiene formación, tienen la misma estructura patriarcal en la cabeza y no pueden responder a la ley: Te obvian, te huyen, te niegan... y se acabó. La mujer sí tiene más posibilidades en el trabajo, pero ¿qué pasa en las Universidades si tenemos en cuenta que ya hay más mujeres que hombres con formación universitaria? Pues que aprendemos lo mismo, no ha habido ningún cambio, no es fácil hacer un cambio en la sociedad.

¿Un cambio o una revolución?
A la palabra revolución le tengo tanta cosa, he vivido tantas revoluciones que han sido involuciones al mismo tiempo... Viví la ilusión de la revolución cubana y tuve que enjuagarme las lágrimas. En Venezuela todavía estamos en plena revolución. Para las mujeres y hombres, para la sociedad en general, ha significado un retroceso en la mayoría de las cosas. Este cambio es una utopía al revés, mal hecha, es una utopía de palabras, construida de palabras y de fe, de creerse lo que alguien pueda decir y tú vas pensando que sí porque tienes una necesidad enorme de que sea verdad. Y éste es el problema.

En Venezuela no se contabilizan los feminicidios desde 2016...
Hay estadísticas de las ONG, de la prensa, denuncias que se hacen como pueden. Pero en Venezuela apenas hay estadísticas oficiales y las que salen nadie se las cree.

¿En Venezuela hay interés en invisibilizar a la mujer?
Las mujeres venezolanas son muy batalladoras. Y que no se refiera oficialmente no quiere decir que no haya nadie que ponga su situación sobre el tapete. Pero que no haya respuesta gubernamental, por supuesto que significa la existencia de un problema enorme que no se atiende. Es el gran problema de las mujeres en Venezuela. Ellas se encargan de todo en un país con un enorme porcentaje de personas con problemas de alimentación, de trabajo, de transporte... Estas mujeres, a pesar de su situación, que puede ser violenta, le dan prioridad a su supervivencia, a la tarea cotidiana de sobrevivir, aunque sobrevivir a la violencia ya sea un trabajo... En tiempos de mucha precariedad, la mujer posterga sus problemas a pesar de que la precariedad y el hambre aumentan la violencia. La mujer se posterga en función de sus hijas, de sus hijos, de la familia, de sobrevivir.

Menudo panorama...
En apenas dos o tres meses, en Venezuela ha habido una inflación del 50%. Todo el mundo ha perdido dinero. Ahora solo puedes comprar la mitad de lo que comprabas. Todo el día hay como una bola de nieve que te va envolviendo... Es increíble la capacidad de resistencia del pueblo venezolano. Que una persona bien colocada, que trabaje en la Universidad, ahora gane 30 euros al mes, ya me dirás qué significa para sobrevivir y tener tiempo para denunciar, para agarrar un autobús... Es increíble.

En este escenario de supervivencia, ¿qué papel pueden jugar el Teatro y la Cultura?
Con el covid, mucha gente del teatro se ha ido, muchos grupos se han disuelto... Ahora vuelven a empezar los movimientos teatrales en cualquier espacio: alternativos, oficiales, etc.... Pero la gente ahora quiere ir al teatro como divertimento, me sabe mal decir esto pero es lo que yo capto. Nuestra última obra del Teatro 8 de Marzo trata sobre un tema álgido, la paternidad repartida, con un padre que tiene 3 hijas de distintas mujeres. Lo hicimos con un discurso profundo pero bastante liviano y no porque la gente no viva la situación ya que la simultaneidad de la paternidad tiene un porcentaje bastante alto en Venezuela. La gente ahora no está para esto, está comprometida en algo tan grave como la supervivencia. Así que van al teatro y ¿qué te toca? ¿un drama?... Ahora están en posición de decir: “Déjenme respirar un poco, déjenme la posibilidad de aprender por otro lado...”. He pensado sobre ello porque me gusta la contundencia, la profundidad, como decimos, “batuquear”.

Pero ese teatro de resistencia tan suyo sigue siendo necesario y ahora quizás todavía más...
Sí, pero también entiendo que hay gente a la que no le interesa para nada y no va al teatro.

¿Y eso no le decepciona?
No, porque entiendo el proceso emocional de las personas. No se puede pedir tanto a la gente: Llevamos 20 años en esta situación y no le puedes pedir a las personas que respondan cómo yo pienso que deben responder. Tenemos que escuchar y preguntar: “Mira, esto ¿qué te parece? No, yo no estoy para eso, me hace daño, estoy para otra cosa.” Debo estar receptiva a este discurso.

¿Cuáles son sus proyectos inmediatos?
Se dice que mi obra es importante, yo también lo creo, pero se la va a llevar el viento. Y más en estas circunstancias con tantas cosas que pasan a nivel global. Y aunque sea para mí, quiero tener un registro de todo esto, como un álbum de fotografías. Así que estoy en la entrega del material de mis obras para un estudio de post-grado universitario sobre mi dramaturgia, lo que me gusta mucho. Y, por otro lado, cuando regrese a Venezuela montaré esa pieza sobre la paternidad múltiple de la que hablaba y que se llama Hermanastras en inglés. La actriz que lo interpretaba se fracturó el pie y lo tuvimos que dejar. Ahora espero que esté recuperada. Haremos algo rápido y, si puedo, profundo pero liviano.