Ni siquiera la peor nevada caída sobre Barcelona en veinte años que provocó incluso la baja física, que no ‘virtual’, de Serrat pudo con el homenaje a Mario Benedetti. Entre Daniel Viglietti, Juan Cruz y los 300 devotos del uruguayo que llenaban pese al intenso frío y el inclemente tiempo el auditorio de la Pompeu Fabra, seguro que el alma sencilla de poeta, allá donde esté ahora, pronunció uno de sus habituales “no hay para tanto” durante el bello y emotivo evento organizado por Casa Amèrica Catalunya.
Ni el temporal de nieve pudo con el amor a Mario Benedetti
A las seis de la tarde, Joan Manuel Serrat, como tantos ciudadanos, se vio en lo peor: Imposible circular por la Barcelona blanca. Decidimos, pues, comunicarnos por Skype. Y así intervino. Lo explicó en su introducción Marta Nin, adjunta a dirección de Casa Amèrica Catalunya, y el público lo comprendió a pies juntillas, por supuesto. El paisaje exterior resultaba de lo más inusual para la capital mediterránea. Nin se ganó la primera ovación al decir que “si Dios fuera mujer, esto estaría organizado de otra manera”. Seguro, sea el tiempo o el mundo, Marta. Y sería mejor. Aunque el homenaje salió redondo, a pedir de boca. Juan Cruz, también irónico, recogió el quite para soltar “al final, hemos venido los del Sur...”. Y entró en escena, vía nuevas tecnologías y en pantalla grande, Serrat para dejar su impronta, su huella de Mario: “Era fácil colaborar con Benedetti. Bueno, generoso y trabajador. No mostraba pereza por rehacer sus versos. Al tiempo, era exigente. No daba por buena cualquier exigencia. En “El Sur también existe”, una vez escogidos los poemas, los reescribió para canción, les reestructuraba el ritmo. En lo personal, dulcemente cascarrabias y gruñón. Tenía ‘la soledad de los creadores’”. El presentador Cruz inició ahí su rosario de anécdotas, a desgranar, con prodigiosa memoria y conocimiento de Mario, detalles íntimos, como, por ejemplo, su disgusto y enfado por “el pez servido con espinas, ¡cómo gruñía ante uno!”. O aquel “Gracias, Mario” gritado desde el patio de butacas del Teatro 18 de Julio una vez regresado del exilio. Despedido Serrat de la conexión con una ovación atronadora, el protagonismo pasó a Daniel Viglietti, a quien llaman “Mario en cantidad de ocasiones, fruto de nuestra amistad, lo que para mí resulta honor y orgullo. El acuñó para mí la expresión ‘el canto libre’”. Viglietti repasó la trayectoria política de Benedetti, “de compromiso corto e intenso, que prefirió volcar a través de la poesía y el amor, de la exigencia. Cuando uno lee a Mario observa una sencillez muy alta, en la síntesis más absoluta”. El cantautor aprovechó, ya metido en complicidad con el público, para deshacer mitos y leyendas: “Yo sólo escribí una canción de Benedetti. Nuestra unión vino por azar. Cuando vivió en Cuba, en una etapa muy bella de su vida, nos llegó una invitación de México. Apenas se iniciaban los 60, en plena dictadura militar uruguaya, cuando todavía creíamos en la Revolución cubana. Soledad Barre, revolucionaria coherente, fue asesinada por delación de su propia pareja, una persona infame, y me vino Mario con esa frase típica suya: ‘¿Sabés que tengo un poemita?... Le dedicamos una canción…”. Y esa fue la chispa de una amistad íntima que se prolongó durante décadas, hasta la muerte del poeta, acabada con la certera definición de su persona y humanidad confesada por Viglietti a sus fieles de Barcelona: “Trabajar con Mario reafirmaba mi confianza en el ser humano. De él destacaría su lealtad y su manera de transmitir el cariño con sobriedad”. Durante la larga hora y media de homenaje, por surgir, surgió todo, hasta su alergia absoluta a las nueces. O como le afectó el exilio. O la deliciosa anécdota con Rafael Alberti, quien le preguntó al conocerle:-- “¿Dónde nació usted, Mario?.-- “En Paso de los Toros” – respondió Benedetti.-- “¡Qué delicadeza!” – replicó Alberti. O algunas definiciones para enmarcar, citadas por Juan Cruz:“El tiempo es una calma artesanal” (Mario Benedetti).“La guitarra americana, peleando, aprendió a cantar” (Daniel Viglietti). E, incluso, un inserto de fútbol. Viglietti, de Peñarol. Mario, de Nacional. Los enemigos acérrimos del balompié uruguayo. Daniel, recordó que, ya muy enfermo Benedetti, sólo se le iluminaban los ojos con los partidos de Nacional y que él se sorprendía jaleando incluso los goles del “enemigo”….. Y para terminar, cómo no, Daniel Viglietti agarró la guitarra. Dos piezas: El “Cielito de los Muchachos” compuesto en el 68, en versión actualizada por el propio Mario casi cuarenta años más tarde (“mientras no haya libertad, se aplaza la primavera…”) y una combinación a dos voces que hacían en conciertos de gira, tantas y tantas veces, “Refranívoco”, a base de jugar con los “palabros”. Punto final. Todo el frío de afuera era calor adentro, 300 personas encantadas de la vida y la cultura y Benedetti con su “no hay para tanto”, seguro….