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17/03/2010 / Barcelona

Un Fogwill en plena forma arrasa con sus cuentos completos a los “pichiciegos” incondicionales

Nueva edición de los desayunos literarios en Casa Amèrica Catalunya con invitado de excepción, el escritor argentino Rodolfo Fogwill. Un Fogwill estelar, seductor, vitriólico e irónico en su humor, lúcido y sin un solo pelo en la lengua, que vino a nuestra sede para presentar la publicación en España de sus “Cuentos completos” (Alfaguara) y “Los Pichiciegos” (Periférica) y acabó por meterse en el bolsillo a los más de veinte críticos literarios reunidos para la ocasión.

¿La fórmula empleada?. Vasta cultura, amplio anecdotario, franqueza absoluta y una imagen diametralmente opuesta al cliché que le persigue. De escritor maldito, nada de nada. Todo lo contrario. Cualquiera de los asistentes hubiera perpetuado el desayuno para seguir con el almuerzo, merienda y cena sin abrir boca, sólo por seguir escuchando a Fogwill, en plena forma a sus 69 años, un torrente de sabiduría, conocimiento y criterio propio, nada común. Tremendo, formidable, Rodolfo. Y condensar 90 minutos de bombardeo dialéctico lanzado por lo que los estadounidenses denominarían una boca a motor daría para llenar uno de sus denostados suplementos literarios. Por lo tanto, centrémonos apenas en los dos libros presentados. Para empezar, “Cuentos completos” en palabras de su creador, el bonaerense de biografía bien densa y aprovechada: “Es un título  formado por 21 cuentos, incluido Muchacha punk. Descarté cuatro o cinco porque me daban más vergüenza que los otros. Pueden considerarlo mi obra completa dentro del género. Lo que no esté aquí, no lo incluyan dentro de mi trabajo. Traté de darle ritmo y contrapunto. Si empiezo con un personaje masculino, sigo con otro femenino. Si arranco con narración en primera persona, continúo con otro cuento en tercera persona. Si hablo en uno de mala fe política, le sigue otro de corte humanista. A uno largo, le sigue otro corto… Va así, la cosa. Sólo hay uno difícil de comprender, el primero, un cuento muy argentino sobre los tiempos de la guerra sucia y el arte de hacerse el boludo. Lo puse ahí, precisamente, porque si el lector pasa el examen, sigue hasta el final…”. Y de los “Cuentos completos” cabe resaltar la coincidencia de los críticos al colocar media docena de Fogwill entre los mejores de todos los tiempos. Al menos, por lo que respecta a la producción argentina del género. Casi nada, el elogio. Salto hacia la mítica “Los Pichiciegos” en confesión iniciada con humor por su autor: “Llevo un montón de meses explicando la génesis del libro y ya no sé lo que explico. En especial, el consumo de drogas. En fin… Andaba con un libro sobre la Logia P-2 italiana”. Y ahí, Fogwill anduvo prolijo en detalles de prodigiosa memoria, cuando, de repente, “un día, en plena guerra de las Malvinas, entré en el apartamento de mi mamá, y ella me gritó: ‘Nene, ¡hundimos un barco!’”. A partir de ahí, una locura desencadenada: “Empecé a imaginarme lo que sería tener un hijo en las Malvinas. Mi abuelo era un emigrante inglés. Yo conocía el áspero clima de la zona, había navegado por allá. Era infernal: La sal, el viento, el frío duro, húmedo de abril. A partir de mis nociones, me di cuenta que ahí había una novela. El 99% de Argentina quería la intervención militar y creía en la victoria. El 90% del mundo cultural estaba de acuerdo, a pesar de la dictadura militar. Esa guerra no dejó 10.000 muertos por la mediación del Papa y su ascendencia sobre los católicos y las advertencias de los Estados Unidos. Sabía que sería un conflicto brevísimo. Por tanto, quise acabar la novela a la voz de ya. En tres días estaba todo escrito, una locura. El resto, lo dediqué a la corrección. Yo escribía, mis secretarias en la empresa de publicidad lo pasaban a máquina. No había ninguna información en la prensa que pudiera usar por la censura existente, pero sigue siendo veraz. Más veraz que la realidad. ¿Por qué? Porque yo soy escritor….”. Sigue el discurso de Rodolfo Fogwill: “Las cinco o seis editoriales a las que llevé el original se murieron de miedo, pero yo intuía que debía ser el primero en publicar, antes incluso de que acabar la guerra. El título lo saqué de cuando andaba preso por razones políticas. Me inspiró sin querer, ni saberlo siquiera él, una frase en su jerga de un carterista de Catamarca: Pichiciego es una especie de topo. Uno de mis propósitos era el de cerrar con llave, literariamente hablando, el tema de las Malvinas y creo que lo logré. Cualquiera que quiera escribir sobre ello, por fuerza tiene que pensar antes en mi libro. Esa es una guerra muy acotada, casi un sketch. Se ha perdido su subtítulo: Visiones de una batalla subterránea. Chicos jóvenes que huyen de la guerra por una galería, bajo tierra, muertos de miedo y acaban intercambiando pilas, tabaco, cualquier cosa de subsistencia con el enemigo mientras no entienden nada de donde se han metido. Hoy, en Argentina, haber combatido en las Malvinas significa un estigma”.