El fallecimiento de Néstor Kirchner, ex presidente y esposo de la actual presidenta, Cristina Fernández, ha tomado por sorpresa a la nación, al tiempo que abre un sinfín de incógnitas sobre el porvenir político, no sólo del peronismo sino del gobierno de Argentina. Esa es la tesis del artículo de Antoni Travería, director general de Casa Amèrica Catalunya, publicado en El Periódico de Catalunya y que reproducimos a continuación:
Vivir en la incertidumbre: El futuro de Argentina tras la inesperada muerte de Néstor Kirchner
Argentina pareciera condenada a vivir siempre en el alambre, en la incertidumbre política e institucional permanente ante destinos que se antojan poco menos que trágicos. La muerte súbita de Néstor Kirchner, con tan sólo 60 años, desencadena un sinfín de incógnitas difíciles de despejar en lo inmediato. Porque más allá de lo que uno pueda opinar sobre su trayectoria, sus ideas y las formas de hacer política de Néstor Kirchner, era el único capaz de disciplinar a tantos y tantos caciques que conspiran en todo instante desde las entrañas de ese movimiento peronista condenado por siempre más a vivir actualizando sus símbolos muertos en su ya larga historia convulsa. Escucho ahora, y nunca antes, palabras de elogio hipócrita de enemigos acérrimos que hasta ayer mismo le dilapidaban por cualquier medio en todo lugar, con razón o sin ella. Me consta que en privado estarán de fiesta, como lo estuvieron con la desaparición reciente de otro ex presidente al que también machacaron, pero ante el que rindieron tributo impúdico sin inmutarse lo más mínimo, frente al ataúd que contenía sus restos. Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner tenían en común, seguramente sólo eso, el exceso apasionado de la entrega desmesurada por el accionar político. Esa intensidad combatiente ha logrado derrotar al peronista, aún cuando habían sido algunos los que le habían advertido de su deficiente ritmo vital desacompasado, para un corazón tan debilitado. Nadie daba un peso por él cuando en 2003 decidió dar la batalla hacia la presidencia enfrentándose a los dinosaurios peronistas. Tuve oportunidad de conocerle de cerca en aquella durísima campaña e intuir que detrás de una aparente fragilidad política por sus orígenes como gobernador en la alejada provincia de Santa Cruz, se podía encontrar a un estratega que parecía tener esa intuición felina que ha demostrado en todos estos años. Néstor Kirchner llegaba a la presidencia entonces después de la sucia argucia de Carlos Ménem renunciando a competir sólo tres días antes de la votación definitiva en segunda vuelta. La herencia económica que recibía era terrible. Inestabilidad unida a crispación social en las calles después del lema coreado por doquier “que se vayan todos” descriptivo del desgaste generado por la profunda crisis de 2001, con Fernando De la Rúa huyendo en helicóptero y con muertes por la represión policial. Néstor Kirchner logró en poco tiempo enderezar el rumbo de la economía cuando nadie creía en él, insisto, nadie. Con cierto orden, con pragmatismo y rigor económico, consiguió la siempre ansiada estabilidad que algunas generaciones de argentinos anhelaban. En lo social, su decidida apuesta por la justicia y la verdad contra los genocidas de la última dictadura militar, se convirtió en el eje aglutinador de un basto movimiento de apoyo popular que le acompañó fielmente en su empeño por conseguir derogar las leyes de impunidad que Carlos Ménem decretó en 1990. Hoy hay juicios en todo el país, condenas firmes a militares y civiles implicados en aquél horror y en muchos países del mundo Argentina es el modelo a seguir en el castigo a quienes vulneran los más elementales derechos humanos. Néstor Kirchner, nadie puede dudarlo, alcanza, desde el mismo instante de conocerse su fallecimiento, esa categoría simbólica de inmortalidad peronista de la que hablaran generaciones de argentinos que todavía están por nacer. La muerte súbita de Néstor Kirchner desencadena una vez más incertidumbres en el siempre complejo e ininteligible movimiento peronista, justo a un año de una nueva elección presidencial. Y una de las incertidumbres a despejar es conocer qué piensa hacer ahora su inseparable esposa y presidenta Cristina Fernández ante una posible candidatura a la re elección. Ese es un desafío gigante que falta ver si está dispuesta a asumir ahora en solitario.