La técnica chamánica ha sido el tema central de la segunda sesión de las jornadas “Chamanismos: centro de gravedad indígena” que se celebran en Casa Amèrica Catalunya hasta el viernes 14 de marzo. La mexicana Alicia Luengas, especialista en chamanismo transcultural y docente en la Fundación de Estudios Chamánicos (EEUU), ha expuesto los elementos universales presentes en las creencias y prácticas chamánicas de las culturas del mundo, basados en tres premisas: la existencia de otra realidad; la presencia de fuerzas de ayuda en esta otra realidad, y la existencia de diferentes vías de acceso o “puertas” que nos conducen a ella. El consumo de “plantas de poder”, el uso de tambores y de otros instrumentos rítmicos, o el control de la propia respiración, serían diferentes formas culturales de “cruzar el umbral” comentadas por los especialistas invitados a participar en la mesa redonda posterior, coincidiendo todos ellos en que la efectividad de la práctica chamánica radica no sólo en el método, sino sobre todo en la intencionalidad.
Alicia Luengas, practicante de chamanismo transcultural, aboga por la existencia de “otra realidad” donde hay “espíritus dispuestos a ayudarnos”
Según el antropólogo Luis Eduardo Luna, “el chamanismo es un pacto” que implica, para una de las partes, el convencimiento de tener “el saber y el poder” para ayudar, y para la otra, el reconocimiento de dichas aptitudes en la otra persona. “Tiene que haber petición para que haya curación”, ha añadido el ‘yachak’ o chamán kichua Pilatuña Lincango. De acuerdo con este discurso, es inevitable pensar en conceptos como el de “efecto placebo” o el de “autosugestión”, pero según los expertos, al fin y al cabo, lo que cuenta es que el chamanismo es operativo y que, por algún motivo, funciona. “¿Por qué se acude al chamán? ¿Por qué hay tanto interés en el chamanismo? Pues porque fue efectivo hace 10.000 años, fue efectivo hace 5.000 años, y es efectivo ahora”, ha manifestado Luengas. Las plantas de poder Uno de los métodos más utilizados por los chamanes para adentrarse en el mundo donde entran en contacto con entidades o “espíritus que han trascendido” es el uso de “plantas sagradas”, también llamadas “plantas maestras” o “de poder”, que suelen contener alcaloides y otros principios psicoactivos que provocan estados alterados de conciencia. Entre las más conocidas y comentadas en la mesa redonda, la ayahuasca o yajé, el cactus San Pedro, los hongos psilocibe –abundantes en la península ibérica– o el cactus peyote, utilizado por el pueblo huichol de México. La antropóloga norteamericana Stacy Schaefer, que convivió con los huicholes y se inició en sus ritos, se muestra reticente a hablar de “plantas alucinógenas” y prefiere utilizar el término “visionarias”, o incluso según el químico y farmacognosista Jonathan Ott, “desalucinógenas”, puesto que “lo que se revela tras su consumo es más real” que nuestra realidad empírica. Sin embargo, ante el creciente interés occidental por el consumo de estas sustancias, el propio Ott ha advertido que “no son la panacea” y que “no son buenas para todo el mundo”, llegando a convertirse en “veneno” para algunas personas, especialmente “las que no se encuentran bien consigo mismas”. Una de las plantas consideradas como un “embriagante chamánico universal” es el tabaco. Según ha explicado Jonathan Ott, el tabaco, aun siendo originario del continente americano, “fue inmediatamente reconocido como una planta de poder” entre los chamanes siberianos o africanos, que rápidamente lo adaptaron a sus prácticas. Ott ha lamentado que “lo más sagrado del chamanismo se haya convertido en una plaga para la salud pública”. La sesión de este jueves 13 de marzo estará dedicada al papel del chamán en las comunidades indígenas, con una conferencia a cargo de Stacy Schaefer y una mesa redonda formada por chamanes y practicantes de chamanismo venidos desde diferentes puntos de América Latina: Pilatuña Lincango, Fernando Ergueta, Alicia Luengas y Oswaldo Bola.