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07/10/2008 / Barcelona

Álvaro Mutis, Premio Cervantes de Literatura: “Casa Amèrica Catalunya mantiene vivo el espíritu americano en este proceso de disolución en que estamos sumergidos”

Álvaro Mutis, Premio Cervantes de Literatura y uno de los escritores latinoamericanos de mayor prestigio, ha visitado la sede de Casa Amèrica Catalunya en Barcelona, donde pasa unos días tras recoger en Santiago de Compostela el Premio Rosalía de Castro que otorga el PEN Club de Galicia. Mutis, colombiano de nacimiento y residente en México desde hace décadas, alaba en la siguiente entrevista el papel de Casa Amèrica Catalunya como altavoz de las culturas iberoamericanas, pero se muestra muy desanimado por la evolución de la humanidad.

Interpelado por su sequía productiva de los últimos tiempos, Mutis, de 85 años de edad, niega haberse propuesto no escribir. "Sencillamente, no se me da, ya vendrá... Sí, ya vendrá", vaticina el artífice de Maqroll el Gaviero, uno de los personajes más importantes de la literatura latinoamericana contemporánea.

¿Qué opinión le merece el trabajo de instituciones como Casa Amèrica Catalunya?
En el mundo que estamos viviendo una institución como ésta es indispensable. Es muy importante que haya una presencia de América en España, y una presencia de este tipo, de las manifestaciones del espíritu latinoamericano vivo, en una institución como ésta. Porque el mundo se está destruyendo, ya no hay casi comunicación auténtica. Hay toda clase de comunicaciones mecánicas, automáticas, pero no es el alma de los pueblos lo que se comunica con los otros pueblos. Esta Casa está justamente hecha para comunicar el alma de América, lo que somos nosotros, que esté presente en España. Y en España con preferencia e importancia primordial sobre otro país. A mi me parece muy importante la existencia de la Casa Amèrica, tiene un gran sentido. 

Ese espíritu latinoamericano al que aludía, ¿se está perdiendo, se está diluyendo en este siglo XXI tan trepidante y globalizado?
Se está perdiendo en todo el mundo el carácter, la idiosincrasia, el alma secreta de los países, se están borrando todos. Casi ya no sabemos dónde estamos ni quiénes somos. Pero, precisamente, una institución como ésta está hecha para que se mantenga vivo el espíritu de América y sus países en este proceso de disolución en que estamos sumergidos. 

¿Es usted pesimista?
Totalmente. Creo que vamos muy mal, en muy mal camino. Nos esperan experiencias terribles. 

¿Qué es lo que más le preocupa?
Todo. La falta de seguridad y, precisamente, la falta de comunicación humana. No a través de aparatos y mecanismos, no... De un espíritu con otro, eso ya casi no existe. Nos estamos disgregando. ¿Dónde prodríamos encontrar una luz de esperanza? Porque los avances tecnológicos son imparables...

¿Quizás sea que el uso que les damos no es el más apropiado?
Es el gran pecado: el uso que se está haciendo de esos aparatos es el más negativo y el que más destruye la verdadera comunicación humana. Soy muy pesimista. 

¿Haría falta, pues, recuperar el contacto humano?
Exactamente. Y humanizar los aparatos y no convertirnos nosotros en un aparato más. Parece todo muy contradictorio porque ahora se viaja más que nunca y viajar permite conocer más...¡Pero la gente está viajando sin alma, sin esa curiosidad humana típica del ser humano, sino como muñecos, como títeres! 

¿Hay demasiados cánones prestablecidos y falta iniciativa personal?
Exactamente.  

¿Este estado de ánimo influye en que no haya escrito nada en los últimos años?
A cada rato tengo ideas, a cada rato se me ocurre un incidente y una experiencia de Maqroll el Gaviero. A cada rato me viene el tema de un poema, pero no escribo. Y no porque me haya propuesto no escribir. Sencillamente, no se me da, ya vendrá... Sí, ya vendrá. 

¿Cómo ve esa oleada de violencia que azota México?
Mire, estoy viviendo, estamos viviendo (mirando a su mujer, presente en la entrevista) en México. Lanzar hoy día una opinión personal sobre esa situación es para mi imposible, no puedo. 

¿Por qué?
Usted sabrá concluir perfectamente: yo vivo allá.