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13/05/2010 / Barcelona

Crónicas del Bicentenario: Los expertos en pueblos indígenas recuerdan que ellos “nunca se independizaron”

Saludos en lenguas nativas y remotas quizás nunca habladas en Barcelona, reflexiones libres hasta hace poco tiempo prohibidas o simplemente reprimidas. Ya saben: La Historia la escriben los vencedores. Pero en el debate de Casa Amèrica Catalunya ¿Un nuevo punto de partida?, inscrito en las Crónicas del Bicentenario, esta vez hablaron cuatro expertos en pueblos indígenas y dieron su visión de la Independencia que nunca alcanzaron. Para ellos, el camino acaba de empezar. (En la imagen, de izquierda a derecha, los integrantes de la mesa, Fernando Nava, Alberto Velozo, el moderador Juan Carlos Rubio, Jaime Huenún y Rosalba Jiménez)

Rosalba Jiménez, etnolingüista y dirigente sikuani por Colombia; Jaime Huenún, poeta mapuche hulliche por Chile; Fernando Nava, doctor en antropología, náhuatl por México; Alberto Velozo, psicólogo guaraní por Argentina y la moderación de Juan Carlos Rubio, experto en lenguas amerindias por la UAB de Barcelona compusieron un pedagógico cuadro sobre el pasado, presente y futuro de los casi incontables pueblos nativos que aún sobreviven, casi milagrosamente vistas y conocidas sus históricas penalidades, en el continente. Fue Rosalba Jiménez quien abrió el turno: “Los indígenas siempre hemos vivido en la resistencia para mantener el territorio, la cultura y el idioma. Ya hemos superado la idea del enemigo y no nos sentimos víctimas. Nos negaron con la invasión territorial, pero aún con los resguardos territoriales, como se dice en Colombia, poseemos el 33% del país y vivimos hoy en situación de biodiversidad. Formamos el pulmón natural del país, cuidamos los llanos, las sabanas y la riqueza de la Naturaleza. Allá, disfrutamos de la mejor Constitución, lástima que no se cumpla…”. Con su hablar pausado y espiritual, Rosalía enseñó su cosmovisión sikuani: “ Los indígenas nos hemos organizado. Hemos aprovechado todas las herramientas de sometimiento, como el castellano, para superarnos. Ahora lo usamos a fin de comunicarnos mejor, somos bilingües. Hoy, reivindicamos estudiar en nuestras lenguas, recuperar nuestra medicina tradicional, nuestras costumbres y queremos interactuar con la otra sociedad para que nos comprenda. Para que entiendan al distinto, al diferente y se enriquezca de ello. Ese es nuestro reto. Los indígenas enseñaron al mundo occidental cómo usar el agua o la tierra para ser sostenibles. No somos antieconómicos, pero no queremos la globalización capitalista. Desde época ancestral, en nuestro territorio el dinero no tiene ningún sentido. Han pasado 500 años y, por desgracia, aún no lo entienden. Por eso, nosotros nunca nos independizamos. No fuimos parte de la Corona española. No fuimos ciudadanos colombianos hasta 1991. En todo caso, fueron los criollos quienes se independizaron”. Muchos conceptos, distintas miradas según la experiencia según los pueblos participantes, desde Tierra del Fuego hasta Río Grande. Imaginen la diversidad. Jaime Huenún afrontó su turno como poeta y mapuche: “En Chile, somos millón y medio y oficialmente, no llegamos a 800.000. La realidad mestiza aún se esconde y ser indígena todavía supone un estigma. Éramos un cuerpo extraño en nuestra propia tierra. Marginados, nos colgaron el estereotipo de flojos, feos, borrachos y ladrones. Restringieron nuestros gustos, prohibieron nuestra lengua. Debíamos ser domesticados porque éramos una irregularidad. Sólo nos aceptaban como sirvientes sometidos. Esos clichés perduran desde la llamada Pacificación de la Araucanía, en 1859, cuando se destrozó un país, se descompuso nuestro entramado social, se nos quiso dejar sin identidad colectiva, de la que sólo perduró la tradición oral del lenguaje”. Huenún realizó un amplio repaso histórico de las penalidades vividas por su pueblo mapuche y su afán de resiliencia: “Ha sido increíble la capacidad de adaptación del mapuche. Tras perder sus territorios, ha creado reductos propios allá donde fue, espacios de recuerdo y memoria, de pura pervivencia”.Velozo tomó el mismo argumento de la memoria histórica, saltando al guaraní: “Imaginen la locura que supone ser detenido por hablar nuestro idioma en público. 40 años así en Paraguay. Y a pesar de todo, mantuvimos el idioma vivo porque era el hilo conductor, el arte de la palabra para producir y generar conexión entre Paraguay, Brasil y el norte de Argentina, la gran región del Guarán, nuestra tierra”. Velozo giró también hacia derroteros ecologistas, visto que “las izquierdas nos ignoraron por indígenas y las derechas nos reivindicativos. Los guaraníes nos reunimos de nuevo en las metrópolis en cuanto tuvimos que salir de Paraguay por motivos políticos o económicos. Ahora, por fin, avanzamos. Los indígenas hacemos las cosas para vivir bien. En Occidente, ustedes hacen las cosas para vivir mejor. Ahí radica la diferencia, pero dense cuenta que el tiempo se acaba para todos y hay que cuidar el planeta”. Al mexicano Fernando Nava le ha tocado un papel más grato, el de recopilar y revitalizar las lenguas de su enorme nación. Nada menos que 364 variantes procedentes de 68 agrupaciones y 11 familias indoamericanas, muchas de ellas ininteligibles entre sí: “El Estado mexicano ha comenzado la ingente tarea de sistematizarlas para su preservación y garantizar los derechos de sus hablantes. A pesar de las constantes rebeliones de diversas comunidades nativas a lo largo de los siglos, los indígenas fueron excluidos por completo al llegar la Independencia de México. Se acabó con la esclavitud, pero ellos no lograron ningún reconocimiento, ningún derecho. Algunos héroes de la patria o bien lo eran o bien tenían sangre: Hidalgo, otomí; Benito Juárez y Porfirio Díaz, zapoteaos… En las artes se aprecia influencia indígena, casi como detalle de distinción, nada más”.  Incluso en la Revolución Zapatista, su máximo estandarte, Emiliano Zapata hablaba y escribía náhuatl, pero tampoco se le apreció mayor sensibilidad. Pasaron 84 años más hasta la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con un levantamiento que, esta vez sí, al menos ha logrado que la sociedad mexicano haya tomado conciencia de su inmensa diversidad y riqueza cultural.