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11/03/2010 / Barcelona

Ducho Sfeir y Alberto Magnone también recuerdan
a Mario Benedetti en Casa Amèrica Catalunya

Casi se cruzaron los afectos por el limbo. 48 horas después, nuevo recuerdo afectuoso de Casa Amèrica Catalunya a nuestro querido Mario Benedetti. Con Daniel Viglietti en París y Joan Manuel Serrat sin nieve ya rodeando su domicilio barcelonés, llegaron desde Madrid, donde triunfaron en la Biblioteca Nacional, la afamada actriz Dahd ‘Ducho’ Sfeir (en la imagen) y el pianista Alberto Magnone para rendir tercera pleitesía a su compatriota, el poeta uruguayo, en distinto formato.

Durante las últimas décadas, decir Sfeir es nombrar un apellido básico para comprender la escena uruguaya dentro y fuera de sus fronteras. Su biografía es apasionante y su hoja de ruta, aún más. Amiga de Mario, conoció exilio en la dictadura y, curiosamente, recordó el mismo verso de Viglietti en el homenaje, aquel sonoro “ un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo....”. En el transcurso de una larguísima y muy breve hora, Ducho Sfeir se las apañó para recitar, cantar, decir versos, repasar cuentos breves, contar anécdotas, ser cómplice del enorme Magnone y recordarnos que Mario era “hombre de convicciones, maestro de conductas”, mientras paladeaba ante un público extasiado por su dicción con los más bellos extractos de “Testamento de miércoles”, “Quiero creer que estoy volviendo”, “Noción de patria” o (¿puedes creértelo, Daniel Viglietti?) “El cielito de los muchachos”, aquel que el lunes de la nevada deleitó a la concurrencia reunida en el auditorio del Pompeu Fabra con su “mientras no haya libertad, se aplaza la primavera....”. Se habrá aplazado la primavera en la fría Barcelona de estas noches de marzo, aliviada por la melodía de Magnone y la voz, las tablas, el savoir faire de Sfeir, la única actriz que ha obtenido el “Premio Helen Hayes” a la mejor actriz extranjera en Washington, del mismo modo que consiguió triunfar en Venezuela, Suecia y otros países durante su tiempo de exilio. En Uruguay, donde estudió teatro en el colegio que creara Margarita Xirgu, pasó por el prestigioso Club de Teatro, hizo café-concierto, deleitó con el tango y recreó tanto a García Lorca, a César Vallejo como a Violeta Parra o incluso se atrevió con el cante jondo, por citar apenas algunos desafíos superados de su versatilidad, de la que dio cumplida cuenta al recordar a su amigo Mario Benedetti.