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18/12/2007 / Barcelona

¿El cine ecuatoriano tiene que representar pobreza y violencia para vender mejor en el “primer mundo”?

Ésta ha sido la cuestión en la que ha desembocado la charla entre el escritor Leonardo Valencia y el realizador Javier Izquierdo que, bajo el título “Literatura y cine social en Ecuador”, ha tenido lugar en Casa Amèrica Catalunya en el marco del primer festival de cine ecuatoriano, Cinecuanon. La problemática social, y en concreto la temática indígena, fue uno de los focos de atención de la obra del enigmático cineasta Augusto San Miguel (1905-1937), cuya vida y misterios –como el paradero de su tumba o de su filmografía– han sido plasmados por Javier Izquierdo en su trabajo “Augusto San Miguel ha muerto ayer” (2003), obra que se ha proyectado antes del debate. Actualmente, ¿es pertinente que el tema central de la producción artística ecuatoriana continúe siendo el conflicto y las desigualdades sociales? Según Valencia, los artistas ecuatorianos deben superar “el síndrome de Falcón”.

¿El cine ecuatoriano tiene que representar pobreza y violencia para vender mejor en el “primer mundo”?
 
Ésta ha sido la cuestión en la que ha desembocado la charla entre el escritor Leonardo Valencia y el realizador Javier Izquierdo que, bajo el título “Literatura y cine social en Ecuador”, ha tenido lugar en Casa Amèrica Catalunya en el marco del primer festival de cine ecuatoriano, Cinecuanon. La problemática social, y en concreto la temática indígena, fue uno de los focos de atención de la obra del enigmático cineasta Augusto San Miguel (1905-1937), cuya vida y misterios –como el paradero de su tumba o de su filmografía– han sido plasmados por Javier Izquierdo en su trabajo “Augusto San Miguel ha muerto ayer” (2003), obra que se ha proyectado antes del debate. Actualmente, ¿es pertinente que el tema central de la producción artística ecuatoriana continúe siendo el conflicto y las desigualdades sociales? Según Valencia, los artistas ecuatorianos deben superar “el síndrome de Falcón”.
 
El desarrollo de las vanguardias artísticas en el Ecuador, en la década de 1930, representa un giro respecto al europeísmo imperante en el pasado. Aparece entonces también la corriente del “realismo socialista”, que da voz a los sectores más marginales de la población y que visibiliza a los que jamás habían sido objeto de representación artística. El escritor Joaquín Gallegos Lara es uno de sus máximos representantes: militante comunista e intelectual, tenía las piernas tan atrofiadas que un amigo suyo, Falcón, cargaba con él para ayudarle a desplazarse.
 
El síndrome de Falcón
Según Leonardo Valencia, el éxito del realismo socialista provoca un boom en la producción artística ecuatoriana, en cualquiera de sus expresiones. Sin embargo, la temática social se convierte poco a poco en un “recurso manido”, hasta el punto de llegar a condicionar dicha creación artística: los artistas tienen que soportar “el peso de tener que representar al país” de acuerdo con unos términos y una perspectiva determinados. Éste es, según Valencia, “el síndrome de Falcón”, síndrome que los artistas ecuatorianos deben superar –y están ya superando. Sólo es necesario observar las producciones cinematográficas y literarias más contemporáneas para corroborarlo.
 
Y aún así, “todavía se espera que el arte represente realidades”, ha afirmado Valencia. Javier Izquierdo ha reconocido también una cierta prevalencia de la temática social en las producciones cinematográficas, porque, en respuesta a la pregunta del titular, sí tiene mejor acogida fuera de las fronteras latinoamericanas. “En los años 30, era el tema indígena; hoy, son las favelas”, ha dicho Izquierdo, justificando así el éxito de producciones como la mexicana “Amores Perros” o la brasileña “Ciudad de Dios”.
 
El hecho de que actualmente las películas muestren una más amplia variedad de temas responde también a una mayor producción cinematográfica. Desde el año 2000, con la aprobación de la Ley del Cine que garantiza apoyo público a estas creaciones, “se invierte la relación de películas por año”, ha explicado Izquierdo: de producir un promedio de una película en tres años, se ha pasado a producir tres –o más–cada año.
 
La sesión se ha completado con la proyección de “Entre Marx y una mujer desnuda” (1996), de Carlos Luzuriaga, basada en la novela homónima de la gran pluma de las letras ecuatorianas, Jorge Enrique Adoum, que aborda desde otra perspectiva la problemática del artista respecto a la realidad que debe, o quiere, representar, y cómo lo hace.
 El miércoles 19 se concluye el ciclo Cinecuanon con las proyecciones de “Paella con ají” (2007), de Galo Urbina, y “Qué tan lejos” (2006), de Tania Hermida, con un debate sobre cine comercial y migración.