Segunda parte de la jugosa y extensa rueda de prensa ofrecida por el escritor chileno Antonio Skármeta en Casa Amèrica Catalunya con motivo de la aparición en España de su última obra, Un padre de película. Al margen de brindar una inmejorable síntesis de su trama, el autor de tantas y tantas novelas referenciales de las últimas décadas en la lírica latinoamericana también aprovechó para reflexionar acerca de otros aspectos vitales y sociales, con opiniones sin desperdicio, de las que ofrece el intelectual con consciencia para hacer pensar a los demás. Ahí van unas cuantas.
El papel histórico de las madres latinoamericanas merece un sentido elogio de Skármeta por antítesis de los padres (2)
Ya que el título atañe a la paternidad, en el turno de preguntas algún periodista quiso rebuscarle las vueltas a Skármeta. Al fin y al cabo, ¿y por qué no a la madre?. La respuesta, una delicia nada improvisada del creador: “¡Ah!. Ya lo decían los franceses en su tiempo, ‘cherchez la femme’, buscad la mujer y hallareis la clave. Sin duda, las mujeres son personajes muy fuertes y consiguen que se desencadenen sentimientos muy profundos. No sólo en esta pieza, por supuesto. En la historia de América Latina, la del padre es una figura conflictiva, débil o ausente en muchas ocasiones. Pasivo, que deja de cumplir un rol formativo. También, otro sector importante del estereotipo encaja en el papel del padre autoritario, casi a la manera del caballero feudal, dotado con una ética y valores de aire feudal, férreos, que consiguen la huida de los hijos hacia el afecto materno. Aunque el cariño por el padre se mantenga, claro. Esa es mi genérica opinión, distinta al caso de Un padre de película al tratarse de una novela poética”. Skármeta no puede forjar sus fluidos argumentos sin recurrir a picantes anécdotas. Ahí va una: “En Los Ángeles, hace algunos días, me regalaron la biografía de Dylan. “Bob Dylan en América”, se titula. Habla de su influencia beatnik, de Kerouac, de Ginsberg, de los 60. Muy interesante. En un pasaje habla de la muerte en el ring del entonces boxeador David Moore, hecho que le conmocionó hasta componerle en su honor la canción ¿Quién mató a David Moore?. Antes de estrenarla en un concierto, mientras afinaba la guitarra, Dylan quiso presentarla al público diciendo: ‘Éste es un tema sobre boxeo; bueno, no, mejor; ésta es una canción sobre un boxeador; no, tampoco…. Mirad, esas son unas palabras que he puesto ahí’. Al final, se dio cuenta que no iba ni contra el boxeo, ni hablaba de un boxeador, ni era tan fácil de definir. Cuando lo leí en esa biografía, pensé que era exactamente eso. Así escribo yo”. Otra pregunta también acertó en la diana emocional de sus preferencias: el cine. Dadas las múltiples citas de filmes y de canciones incluidas en Un padre de película, y vistos los tiempos que corren, alguien pensó que en el futuro podría ser un libro multimedia, con vídeos, fragmentos de películas y banda sonora incluida. Respuesta del escritor: “A usted le puede recordar Cinema Paradiso y me parece bien. Yo no delataré aquí algo esencial para el lector antes de que la lea. Son apenas 150 páginas de texto y cada capítulo encierra una sorpresa. Pero si son cinéfilos y se acuerdan de Río Bravo, dirigida por Howard Hawks, haré un paralelismo. Aquel western protagonizado por John Wayne, Ricky Martin, Dean Martin y Angie Dickinson era un clásico. Dean Martin encarnaba a un sheriff degradado por el alcohol que consigue finalmente elevarse moralmente, en paralelismo con mi protagonista. Muestra un rasgo de formidable nobleza. Si, hay referencias a los boleros de Lucho Gatica y a Anna Magnani, no me hagan decir más…”. ¿Y del libro interactivo, Antonio?. “Ya existen los libros con acción concomitante. Pero la palabra leída dispone de otra magia. Como amante del libro, me preocupa, por supuesto, aunque me basta recordar a Shakespeare citando aquello de ‘no importa el nombre que le pongáis a la rosa, lo que importa es su aroma’”. El viejo tahúr también llevaba ese as guardado en la manga, para delicia de los mirones apostados en la mesa de juego, no lo duden. Así de seductor se mostró Skármeta en Barcelona. Tanto que rebajó el lucimiento autodenominándose “lorito, por lo mucho que estoy charlando”. Quedaba aún en su tintero la recién estrenada ópera en Los Ángeles y la confesión sobre el proceso personal de escritura. Pero eso queda para la tercera y última parte, también en esta web.