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23/11/2010 / Barcelona

“El periodismo narrativo es un arte, pero también un trabajo. No somos pintores renacentistas” sostienen los “Nuevos Cronistas de Indias”

En estos momentos de depresión del oficio del periodismo, asediado por la desubicación de los medios de comunicación clásicos ante los cambios asociados a la irrupción de las nuevas tecnologías, hay que celebrar de forma especial la aparición de jóvenes valores en el viejo arte de explicar historias. Una entrada de aire fresco, especialmente intensa en América Latina y representada estos días en Casa Amèrica Catalunya en las jornadas “Nuevos Cronistas de Indias”. En la primera sesión, argentina Leila Guerriero y los peruanos Julio Villanueva Chang y Gabriela Wiener han hablado de sus libros, reportajes y crónicas, espejos de una necesitada renovación del género. “El periodismo narrativo es una forma de arte pero no somos pintores renacentistas. Esto es un trabajo con el que me pago la comida” ha dicho Guerriero. (En la imagen, de izquierda a derecha, el moderador Roberto Herrsher; Leila Guerriero, Julio Villanueva Chang y Gabriela Wiener)

Leila Guerriero es autora de los libros “Los suicidas del fin del mundo” (sobre la sucesión de suicidios en un grupo de jóvenes de un pueblo de la Patagonia) y “Frutos extraños”, una magnética selección de las crónicas publicadas por esta periodista durante 7 años. “No soy una especialista en encontrar historias. Tengo curiosidad por la gente apasionada u obsesionada en algo, pero no me interesa la gente rara. Me gusta explicar historias y siempre aspiro a publicarlas en un medio de comunicación”, ha explicado.Julio Villanueva Chang, director fundador de la prestigiosa revista “Etiqueta Negra”, es uno de los principales impulsores del fenómeno del nuevo periodismo en Latinoamérica. “Me gusta escribir sobre aquello que no sé. Son ensayos sobre mi propia ignorancia”, ha reflexionado este periodista peruano que lleva diez años escribiendo sobre gente “fascinante” . Es el caso de Apolinar Salcedo, el alcalde invidente de la ciudad colombiana de Cali, el cocinero catalán Ferran Adrià, el dentista de Gabriel García Márquez, o el arquitecto brasileño, de 103 años de edad, Óscar Niemeyer. Unos perfiles reunidos en el su celebrado libro “Elogios criminales” .Ante el distanciamiento de Guerreiro y la oblicuidad de Villanueva Chang, Gabriela Wiener ha reivindicado su plena involucración en las historias que escribe. Así, esta escritora peruana también habla sobre sus propios deseos y tendencias en sus crónicas sobre sexo marginal no convencional. “Soy una detective de la intimidad propia y la ajena. Mis entrevistados y yo acabamos intercambiando”, ha relatado para admitir a continuación que “habla demasiado de sí misma”. “Conocer el mundo de estas personas ha sido la manera de conocer el mío”, ha dicho Wiener, autora de los libros “Nuevas Lunas” y “Sexografías”.Método de trabajoLeila Guerriero, por su parte, se ha situado en el otro extremo de Wiener. Metódica, ha explicado que convive un mínimo de dos o tres meses con los protagonistas de sus crónicas, eso si, sin involucrarse en absoluto. “Nunca una historia no me ha dejado dormir. Yo siempre me veo en un tercer plano. La historia tiene que estar siempre delante y no le hago ningún favor si, por ejemplo, me pongo a llorar con su protagonista”, ha afirmado en alusión a uno de sus reportajes más celebrados donde relataba el trabajo de los antropólogos forenses argentinos que identifican los restos de desaparecidos durante la dictadura militar en aquel país.Villanueva Chang sí que se involucra en las historias que narra “porque quiero saber más cosas sin preocuparme donde lo publicaré. Me enamoro de la alegría que alguien me contagia”. El escritor ha confesado que no puede comenzar sin un titular –“es como el faro en la oscuridad que de tanto en tanto se ilumina”–, y ha admitido su predilección por los subtítulos con preguntas y por la investigación de “paradojas” que permitan explicar la vida de los protagonistas y no como golpes de efecto. Didáctico, ha expuesto un ejemplo. En un reportaje sobre “El Bulli”, el aclamado restaurante de Ferran Adrià, narraba como el estrépito de un plato que se cayó generó un paréntesis de miradas silenciosas y condenatorias que explicaban por sí mismas el perfeccionismo del negocio.“Yo me lanzo a escribir cuando he entendido el tema y tengo la frase de arranque”, ha dicho Guerriero. Y ha añadido: “Los límites de la miseria y las maravillas humanas son inimaginables”.