(Artículo del director de Casa Amèrica Catalunya, Antoni Traveria, publicado en “El Periódico de Catalunya”) “Decepcionado por su frustrado sueño de creación de la Gran Colombia, que hubiera supuesto la unificación de las actuales tierras de Ecuador, Colombia y Venezuela, el Libertador Simón Bolívar escribió en 1826: “Somos los viles hijos de los españoles predadores que vinieron a América a sangrarla y a procrear con sus víctimas. Después los hijos ilegítimos de esas uniones se unieron a los hijos de los esclavos traídos de África. Con tanta mezcla racial y con esa historia moral, ¿podemos darnos el lujo de colocar las leyes antes que a los líderes y a los principios antes que a los hombres?”
“El precio de subestimar a Chávez”
(Artículo del director de Casa Amèrica Catalunya, Antoni Traveria, publicado en “El Periódico de Catalunya”) “Decepcionado por su frustrado sueño de creación de la Gran Colombia, que hubiera supuesto la unificación de las actuales tierras de Ecuador, Colombia y Venezuela, el Libertador Simón Bolívar escribió en 1826: “Somos los viles hijos de los españoles predadores que vinieron a América a sangrarla y a procrear con sus víctimas. Después los hijos ilegítimos de esas uniones se unieron a los hijos de los esclavos traídos de África. Con tanta mezcla racial y con esa historia moral, ¿podemos darnos el lujo de colocar las leyes antes que a los líderes y a los principios antes que a los hombres?”
Ante las elecciones presidenciales del próximo domingo Hugo Chávez se enfrenta por primera vez a una oposición unificada, cierto que muy heterogénea y pintoresca, con el liderazgo estratégico del por dos veces gobernador del rico estado petrolero de Zulia, el socialdemócrata Manuel Rosales. Poco carismático pero muy combativo y con experiencia política, aglutina a los tradicionales sectores oligárquicos y conservadores, con los que coincidió prestando su firma y aval personal al decreto por el que se proclamaba al empresario Pedro Carmona como presidente después del golpe de Estado contra Chávez del 11 de abril de 2002. Con escasas o nulas posibilidades de triunfo, la candidatura de Rosales más parece un intento por conocer con cifras precisas cuál es el porcentaje de enemigos de toda clase y condición dispuestos a movilizarse contra el chavismo. Para la oposición, una derrota por menos de veinte puntos de diferencia sería un logro, perder por menos de diez puntos todo un éxito y ganar a Chávez, una especie de milagro.
Líder carismático
Hugo Chávez, en cambio, posee carisma contrastado e incondicionales -que se cuentan por millones- dispuestos a defenderle con todo, incluidas las armas. Caudillista con formas y estilo más propios del siglo XIX, auspicia una revolución bolivariana para el siglo XXI. Curtido como soldado en las selvas del Amazonas, es bravucón, provocador, grotesco en ocasiones, cuenta chistes, practica el béisbol, cita a filósofos griegos, recita poemas, canta, baila y se apasiona al hablar de la Biblia. De joven quería ser una estrella del béisbol y fue sólo para poder viajar a Caracas que ingresó en el ejército en 1971. Pero aún con ese perfil, menospreciarle sólo con caricaturas, con la ligereza con la que algunos políticos y analistas lo hacen es garantía de permanencia en el poder. Es preciso no olvidar que sin la ineficacia y las prácticas de corrupción institucional de la vieja clase política venezolana nacida tras la caída en 1958 del dictador Marcos Pérez Jiménez, hoy no estaríamos hablando del llamado fenómeno Chávez. Fueron ellos y sólo ellos los que sembraron la semilla Chávez excluyendo a una mayoría social que dijo basta sujetándose, eso sí, a la incertidumbre.
Baste recordar que en sólo seis años Chávez pasó de ser un golpista encerrado en la cárcel a convertirse en presidente elegido y legitimado por la soberanía popular. De encabezar dos intentos sangrientos de golpe de Estado contra el ex presidente Carlos Andrés Pérez en 1992, con un balance de 400 muertos y desaparecidos, a triunfar en las elecciones de diciembre de 1998. Fruto de su sagacidad de felino estratega, resuenan todavía hoy sus palabras emitidas por televisión momentos antes de su ingreso en prisión: “Hemos fracasado... ¡Por ahora!”. Y desde ese instante se preparó primero para su triunfo aceptando las normas del sistema contra el que antes se había sublevado, para instalarse en el poder después, encadenando victorias hasta hoy con una base sólida de apoyo popular que no esconde la crispada polarización, muy visible con la sola observación de la tremenda parcialidad política con la que actúan los medios de comunicación.
Medios anti-chavistas
Los medios son el espejo donde mejor se refleja la tensa fractura de las dos venezuelas hoy por hoy irreconciliables. En la inmensa mayoría de canales privados de televisión es excepcional que emitan alguna declaración oficialista a no ser para descalificarla de inmediato, mientras en la estatal Venezolana de Televisión (VTV) no parece que exista oposición. Los periódicos El Nacional o El Universal se han transformado en boletines partidarios de Rosales plagados de descalificaciones contra Chávez, con espectaculares titulares y editoriales incendiarias. ¿Cómo reaccionaran los poderosos medios de oposición a Chávez en caso de confirmarse la derrota de Rosales avalada por los observadores internacionales?
Chávez no es el Che Guevara, ni Salvador Allende, ni tampoco el Simón Bolívar del siglo XXI por supuesto. Tal vez haya más similitudes con el Juan Domingo Perón de 1945. Y es que después de barrer a las elites políticas que gobernaron el país durante medio siglo XX, Hugo Chávez es un presidente con poderes excepcionales que sabe aprovechar como nadie las debilidades de sus enemigos. Todo el poder está hoy en sus manos en una coyuntura en que además el barril de petróleo está por las nubes. Puede ser un personaje extravagante, arcaico, mesiánico, barroco, pero todos los que le han subestimado han perdido. No han tenido en cuenta sus capacidades de seducción, tenacidad y perspicacia, como en el caso de Perón en Argentina. Y así les va”.