A cinco días vista de la celebración de las elecciones presidenciales en Bolivia, el candidato del MAS (Movimiento al Socialismo), Evo Morales, -en la imagen- encabeza las intenciones de voto en las encuestas con un 32,8% estimado de los sufragios. Su gran rival, el conservador Jorge Tuto Quiroga, optiene el 27,7%. Cinco puntos de diferencia que es justamente la distancia mínima entre los dos favoritos que exige el tercer candidato en discordia, el empresario Samuel Doria Medina, para apoyar al ganador del domingo, un extremo éste que se antoja decisivo ya que en Bolivia no hay una segunda vuelta entre los dos aspirantes más votados. El periodista y antropólogo experto en la cuestión boliviana Josep Maria Deop analiza, desde la región de Cochabamba, las claves de esta apretada contienda electoral.
Elecciones en Bolivia: el nuevo presidente, un indígena o un hombre de la élite blanca
2- Elecciones en Bolivia: el nuevo presidente, un indígena o un hombre de la élite blanca
Ésta es la disyuntiva básica que se le presenta a la población boliviana. Y no es una disyuntiva sencilla. El trasfondo de la disputa electoral es eminentemente étnico, que en Bolivia también quiere decir “de clase”. Evo Morales es indígena, de origen aimara, y eso significa que es heredero directo de siglos de humillaciones, vejaciones y explotaciones. Morales es más un símbolo que “un político al uso”, pero ha sido el verdadero catalizador del cansancio de la sociedad boliviana con el sistema político tradicional. De hecho, la izquierda tradicional boliviana –los restos de los antes poderosos Partido Comunista Boliviano y del sindicato Central Obrera Boliviana– ha podido renovar su discurso gracias a la alianza con el indigenismo de Evo Morales. La elección del candidato a vicepresidente, Álvaro García Linera, un intelectual blanco que había militado en el MRTK (Movimiento Revolucionario Tupaq Katari), ejemplifica el alcance de esta alianza entre el indigenismo de las poblaciones históricamente marginadas y las tesis socialistas y comunistas de las élites. La elección del nombre para el partido de Morales, MAS (Movimiento al Socialismo), es, en este sentido, bastante esclarecedora.
Conviene precisar, sin embargo, que al nacimiento de Morales como símbolo de los oprimidos también ha contribuido –¡y de qué manera!- la élite boliviana, que le ha convertido desde su elección como diputado en el objetivo de todos los ataques. Encarcelado, herido por la policía, llevado a los tribunales... Morales ha ido aguantando todas las embestidas de una forma que le ha catapultado al liderazgo de las fuerzas populares que querían transformar el sistema. En este proceso, Evo Morales se ha ganado el apoyo –sincero o forzado– de las viejas élites de la izquierda, que son conscientes de que sólo con él podrán acceder al poder.
El esfuerzo de los dos partidos tradicionales que suponen el principal obstáculo de Morales, PODEMOS y UNO, se centra en presentar a Morales como un hombre “poco preparado”, amigo de Fidel Castro y Hugo Chávez, e incapaz de “generar puestos de trabajo”. Y es un esfuerzo que, probablemente, dé sus frutos el día 18. El apoyo directo que la candidatura de Quiroga está recibiendo de las grandes fortunas del país –vinculadas directamente a las transnacionales que explotan los recursos naturales y a la embajada norteamericana– se traduce en campañas masivas en la televisión, la prensa y la radio. La presencia mediática de las candidaturas de Quiroga y Doria Medina es muy superior a la de Morales, que, por expresarlo gráficamente, lucha con unos medios “más artesanales”.
Y si bien es cierto que Doria Medina ha negado constantemente que vaya a pactar con ninguno de sus principales adversarios, parece evidente que se trata de una simple estrategia electoral dirigida a recoger los votos de todos aquellos bolivianos –y no son pocos– que no desean un país polarizado. Es una estrategia que puede resultar efectiva y, a la vez, demoledora, para las aspiraciones del MAS, porque, si las cosas no cambian mucho, Doria Medina será quién otorgue la presidencia a Quiroga.
Para que Evo Morales alcanzase la presidencia tendría que obtener el 51% de los votos, una cifra bastante improbable. En cambio, Tuto Quiroga tendría bastante con un resultado digno –un 30 o 35%– para aliarse con Doria Medina –entre un 10 y el 15%– y proclamarse presidente. La presencia de otros partidos sería meramente testimonial, como la del MNR, que ha decidido “suicidarse” en estas elecciones esperando tiempos mejores (sus dos grandes líderes, Sánchez Berzaín y Sánchez de Lozada, huyeron a los Estados Unidos después de la “Guerra del Gas”), pero lo que es evidente es que el MAS no tendrá ningún aliado natural en el Parlamento (en todo caso, los tres o cuatro diputados que pueda obtener el MIP –Movimiento Indígena Pachakuti– de Felipe Quispe, pero ni eso parece seguro)
Vistas así las cosas, todo parece indicar que Tuto Quiroga será el nuevo presidente de Bolivia, si bien no será el candidato más votado. Es probable que la misma noche de las elecciones Evo Morales celebre su victoria –con un 40 o 45% de los votos- y haga un llamamiento a respetar la decisión del pueblo boliviano, pero paralelamente, Quiroga insistirá en que –con la ley en la mano– será el Parlamento quién decida el nuevo presidente, lo cual daría paso a la alianza PODEMOS-UNO. La incógnita se encuentra en saber cómo reaccionará el MAS, a lo que probablemente se vivirá como un nuevo robo de las élites a la voluntad soberana del pueblo. No es fácil predecirlo, pero es evidente que ambos bandos se acusarán mutuamente de no respetar las normas democráticas y de conducir el país al abismo.
Por Josep Maria Deop, periodista y antropólogo, miembro del Comité de Solidaridad con los Pueblos Indígenas de América.