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16/12/2005 / Barcelona

Elecciones en Bolivia: el papel de Estados Unidos

Ha llegado la hora de la verdad en Bolivia, país que este domingo se juega el futuro en unas elecciones presidenciales que tienen un claro favorito: el líder indigenista y candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales. Pero a sólo cinco puntos de distancia en las encuestas, el candidato conservador Jorge Tuto Morales puede disponer de los mecanismos necesarios para asfixiar la acción de un Morales presidente al tener asegurados el Senado y las prefecturas (territorios). Además, también cuenta con el apoyo de los Estados Unidos. El periodista y antropólogo Josep Maria Deop aborda el papel de la gran potencia en estos comicios, en el último capítulo de su extenso análisis sobre las circunstancias en las que Bolivia afronta estas históricas elecciones.

5.- Estados Unidos.

Hablar de Latinoamérica y no hacerlo de los Estados Unidos es como hablar del océano y no tener en cuenta las tormentas. Los Estados Unidos han asumido desde la Doctrina Monroe un papel tutelar en la región, que se ha traducido en constantes ingerencias, invasiones, golpes de Estado y múltiples maniobras destinadas a colocar sus piezas en los puestos clave del poder.

Es evidente que el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales, carece de la estimación personal del presidente norteamericano George Bush. Según la división del mundo en “buenos y malos” que últimamente hace la administración republicana de la primera potencia del planeta, Morales sería una especie de bandido cocainómano y comunista que estaría levantando a los bárbaros indígenas contra el orden y la moral representadas por el candidato del Partido Democrático y Social (PODEMOS), Jorge Tuto Quiroga, y su compañera en estas elecciones, la candidata a vicepresidenta María René Duchén, una periodista blanca que menosprecia públicamente el acto de masticar la coca. Una costumbre que practican millones de indígenas y mestizos ( el akulliku) y que en muchos casos es una verdadera reivindicación identitaria (como cuando lo practicaban los diputados del MAS y del MIP en el Parlamento boliviano, lo que hacía poner los pelos de punta a los diputados “tradicionales”).

No parece probable, sin embargo, que los Estados Unidos estén dispuestos a orquestar un nuevo golpe de Estado en la región después del caos provocado en Venezuela, aunque es evidente que hay planes para hacerlo. Así, si Morales obtuviese la victoria en votos –pero no directamente la presidencia– e insistiese en su voluntad de formar gobierno, los Estados Unidos insistirían en la vieja canción del respeto del juego democrático y de las instituciones, o sea, de la más que posible alianza PODEMOS-UNO.

Tuto Quiroga es un hombre de los Estados Unidos, como lo era el expresidente Sánchez de Lozada, quien, por cierto, hoy vive en Washington y sobre el que hay planteado en Bolivia un “juicio de responsabilidades”, eufemismo referido a la acusación directa contra su persona por la masacre de la “Guerra del Gas”. Así, si la situación al país se volviese caótica y conflictiva, los Estados Unidos mirarían de impulsar una intervención militar bajo el auspicio de la ONU que, en teoría, serviría para restituir “la normalidad democrática” (léase Quiroga) pero, sobre todo, para alejar a Morales y los suyos del poder. La posibilidad de que un gobierno socialista e indígena alcance el poder en Bolivia no se plantea, hoy por hoy, en los despachos de Washington. La administración norteamericana sólo está midiendo cuidadosamente las consecuencias. No estamos en los años 70, pero hay otras vías para imponer el “nuevo orden global”, como bien saben en Irak.