“Hay que seguir luchando por el legado de Víctor Jara y eso nos da mucha fuerza”. Ese es el ‘leit-motiv’ de Gloria König, directora de la Fundación que lleva el nombre del cantautor chileno asesinado por la dictadura militar y la de tantos otros que convirtieron su figura en un icono de la lucha por la justicia, la libertad y los derechos humanos. König la repitió en Barcelona durante el homenaje a Víctor del 23 de febrero, la misma frase vivida en Santiago hace ya un año justo ahora, en el transcurso del funeral, cuando una multitud acompañó los restos mortales del mito progresista hasta su reposo definitivo en el Cementerio General de Santiago, allá donde estuvo durante 36 años depositado en un nicho de manera casi clandestina, con apenas conocimiento de su esposa Joan Jara, de soltera Turner, y un par de allegados más.
Febrero (3): La inacabada historia de Víctor Jara va acercándose a su final
Esta vez, no. Esta vez la manifestación se apiñó por Santiago y Recoleta, entre la Plaza Brasil y la entrada al camposanto, hasta la calle Santos Dumont de la capital chilena, tal como rememoró Gloria König ya en Barcelona, poco antes del acto de homenaje organizado en Casa Amèrica Catalunya. En esta velada de recuerdo y también de reflexión sobre el tiempo presente en Chile, el atractivo añadido de la proyección por vez primera y en exclusiva, de la visión sobre este funeral realizada por Pablo Salas, un encargo de nuestra Fundación, saldado con enorme emotividad. El Chile del desarrollo económico es también el país de los contrastes, no siempre coherentes, ni fáciles de comprender desde una perspectiva europea. En mayo del pasado año, por ejemplo, se declaró el cierre del sumario por el homicidio de Víctor Jara, aunque, finalmente, la presión ejercida consiguió que la maniobra legal fracasara. Ahora, la investigación sobre quien o quienes fueron los homicidas vuelve a estar abierta. Se habla, según supervivientes de aquellos horrendos días de reclusión tras el 11 de septiembre del 73 en el entonces llamado Estadio Nacional, de la tétrica figura de “El Príncipe”, un todavía anónimo oficial de rasgos germanos. En principio, cargó con las exclusivas culpas del asesinato, a modo de chivo expiatorio, un recluta que apenas tenía entonces 18 años. Todavía no se esclareció del todo el caso. Si, por fin, se realizó la autopsia, con ayuda europea: Más de 30 fracturas y un etcétera digno de calvario y tortura arrojó el cuerpo de Víctor. Se ensañaron con él, como todos habían temido. Y siguen las contradicciones recientes: En julio del 2009, la municipalidad de Santiago desalojó el Centro Víctor Jara por la fuerza mientras, también el mismo mes. declaraba el Estadio Nacional, ahora rebautizado con el nombre del cantante en recuerdo a los allí fallecidos, como “no apto para eventos masivos” cuando Joan Jara siempre se ha declarado partidaria de verlo convertido “en el gran centro de la cultura chilena por respeto a los desaparecidos”. En cambio, apenas transcurridos cuatro meses, la presidenta Michelle Bachelet se puso al frente de la multitud en el solemne funeral para dar oficialidad al acto, junto a Joan, ausente hoy en Barcelona por cuestiones de salud, y las hijas de Víctor, Amanda y Manuela. Y también la presencia protagonista, destaca Gloria König, “de muchísimos jóvenes que se identifican hoy con lo que representa Víctor Jara”, a pesar de haber sido borrado del país por la cultura oficial durante décadas. A partir de ahora, la incógnita en mayúsculas de lo que pueda pasar con las nuevas páginas del caso Jara debido al cambio de gobierno. A la socialista Bachelet la ha sucedido el conservador Sebastián Piñera. ¿Será él capaz de zanjar esa histórica asignatura pendiente de la justicia chilena con Víctor Jara?