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27/09/2007 / Barcelona

Federico Andahazi, escritor, Premio Planeta Argentina 2006: “La cultura nunca se puede imponer políticamente”

Hace 10 años, con la novela “El Anatomista”, un rotundo éxito de ventas traducido a una treintena de idiomas en más de 40 países, Federico Andahazi se reveló como uno de los jóvenes escritores argentinos de mayor proyección. Una trayectoria que se ve ratificada tras obtener el Premio Planeta Argentina 2006 con “El Conquistador”, novela que acaba de llegar al mercado español. La obra es una ficción histórica que plantea el descubrimiento de Europa por un navegante azteca que se anticipa de esta forma a la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. En la siguiente entrevista celebrada en Casa Amèrica Catalunya, Andahazi profundiza en su particular imaginario histórico que cautiva a tantos miles de lectores.

Hace 10 años, con la novela “El Anatomista”, un rotundo éxito de ventas traducido a una treintena de idiomas en más de 40 países, Federico Andahazi se reveló como uno de los jóvenes escritores argentinos de mayor proyección. Una trayectoria que se ve ratificada tras obtener el Premio Planeta Argentina 2006 con “El Conquistador”, novela que acaba de llegar al mercado español. La obra es una ficción histórica que plantea el descubrimiento de Europa por un navegante azteca que se anticipa de esta forma a la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. En la siguiente entrevista celebrada en Casa Amèrica Catalunya, Andahazi profundiza en su particular imaginario histórico que cautiva a tantos miles de lectores. 
 
¿Esta forma de darle la vuelta a la historia que sustenta la trama de “El Conquistador” puede entenderse como un acto de venganza y de reivindicación cultural?
Efectivamente, hay una pequeña y modesta dosis de venganza poética –ojalá todas las venganzas fueran poéticas– pero el libro tiene por propósito, sencillamente, inducir al lector a conjeturar un escenario que tal vez hubiera sido posible. Este libro nace de un hecho fortuito. Hace unos años, yo estaba en México presentando un libro y tuve el privilegio de ver el mural de Diego Rivera que cuenta la historia de México en términos pictóricos. Hay un pasaje que me resultó particularmente enigmático. Se ve una antigua embarcación azteca a bordo de la cual va un personaje misterioso navegando hacia levante, y detrás de él se ve un sol con el rostro invertido. Yo creí ver ahí los términos de un relato: ¿qué hubiera pasado si este extraño navegante azteca hubiese llegado a la otra orilla del mar, y si este sol no nos estuviera hablando de la historia contada en el sentido inverso? Después, indagando, di con la noticia de que hay una tradición oral en México según la cual habría llegado un azteca a Europa antes que Colón a América. El interrogante que deja la novela es: ¿qué hubiera pasado si la conquista hubiese sido al revés? ¿Cómo sería hoy el mundo?
 
¿Cree que en Latinoamérica se tiene un cierto sentimiento de inferioridad por haber sido “descubiertos” o conquistados?
Más que un sentimiento de inferioridad, en muchos sectores hay un sentimiento de humillación, a veces justificado. Para algunos, el descubrimiento y la conquista son un hecho casi natural, pero no creo que los pueblos originarios lo hayan tomado con esa naturalidad, ni creo que hayan celebrado el hecho de haber sido descubiertos y colonizados. El término clave, que no sé si tiene un equivalente en las lenguas originarias de América, es el de “colonización”. Este término, que obviamente se inaugura a partir de Colón, tiene este doble componente de “descubrir” y “apropiarse”. La visión de Quetza, el protagonista de la novela, tiene que ver con el “descubrir”, pero paradójicamente, y a pesar del título del libro, no con el hecho de “conquistar”, de “adueñarse”, de “apropiarse”. Yo me pregunto, además, si la conquista es un hecho del pasado o si todavía tiene alguna vigencia, porque curiosamente los sectores más marginados de América Latina son los grupos originarios. Más allá de cualquier consideración u opinión política, es notable que, por primera vez en 500 años, en Bolivia exista un mandatario que pertenece a su etnia originaria. Esto responde a la lógica que dejó instalada la conquista. Por supuesto que hoy el problema no es España, de ninguna forma, pero sí tiene que ver con las bases que sentó el proceso de conquista. Por eso no sé si el sentimiento es de inferioridad, o más bien una humillación justificada.
 
En “El Conquistador”, Quetza, el navegante azteca que llega a Europa describe España como “una suma de naciones diversas, singulares, en las que incluso se hablan distintos idiomas”.  ¿Es ésta una visión de España común en Latinoamérica?Muchas veces se ve el conjunto de Latinoamérica así, como un bloque, y no lo es. No lo es históricamente, porque no eran lo mismo los incas, los mayas, los aztecas, como no eran iguales las culturas que fueron avasalladas por estos imperios. América Latina era de una diversidad absoluta, y sigue siéndolo. Y al contrario, en América Latina, las cosas se facilitarían mucho si se pensara como un bloque, como se hizo en Europa. Ahora bien, no se puede pensar España como una unidad nacional, porque no lo es: no lo es culturalmente, no lo es tradicionalmente, y es una cosa que no se puede imponer políticamente. La cultura nunca se puede imponer políticamente, al contrario. Afirmar otra cosa sería enfrentarse con la realidad. Uno puede verlo, puede palparlo, España no es una unidad, y no tiene por qué serlo. Eso tiene que ver con la voluntad de los habitantes de cada región. Sería demencial intentar que se hablara una sola lengua, como alguna vez se intentó. Además, sabemos que es mucho más rica en la diversidad, porque es en la diversidad cultural, en la inmigración, en los nexos, donde está el avance de las sociedades.