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03/03/2021 / Barcelona

Juan Gabriel Vásquez, escritor: ‘Espero que una de las consecuencias saludables de ’Volver la vista atrás’ sea por la reconciliación en Colombia’

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez ha visitado Casa Amèrica Catalunya con motivo de la publicación de su última novela, Volver la vista atrás (Alfaguara, 2021), un fascinante recorrido por la trayectoria vital del cineasta Sergio Cabrera que también es un viaje a las entrañas del convulso siglo XX en Colombia, América Latina y el mundo. Tras visitar la exposición sobre la obra arquitectónica del boliviano Freddy Mamani y firmarnos un ejemplar de su libro, hemos conversado con el autor bogotano, uno de los más destacados de su generación.

Ver video de la entrevista a Juan Gabriel Vásquez

¿Cuál es la trama de Volver la vista atrás?
Volver la vista atrás cuenta la vida del gran cineasta colombiano Sergio Cabrera, autor de algunas de las películas más importantes de las últimas décadas, que tiene toda una vida desconocida, incluso secreta, que ha tratado de dejar atrás durante muchos años porque son recuerdos conflictivos aunque terriblemente interesantes y elocuentes. La novela parte de la vida de su padre, Fausto Cabrera, hombre de teatro muy importante en Colombia, pionero en la televisión de los 50, e hijo de una familia republicana española, de ese tipo de familia tan especial con héroe, el comandante de aviación Felipe Díaz Andino. Derrotados en la guerra civil española, los Cabrera emigraron a América Latina y llegaron a Colombia. El padre, testigo de los años de la violencia en Colombia, se acercó muy pronto a las ideas de izquierda. Tras la revolución cubana, cuando esas ideas se materializaron de forma concreta en Latinoamérica, recibe una invitación para dar unos cursos de español en la China de Mao. Se lleva a su familia y Sergio con 13 años y su hermana que tenía 11 llegan a la China de Mao y crecen y pasan la adolescencia allí recibiendo las ideas comunistas en su educación pública. Así que estalla la Revolución Cultural, eventualmente se hacen ‘guardias rojos’, algo que muy pocos latinoamericanos pueden decir. Años después, con la convicción de que deben volver a su país a hacer la Revolución, entran en los movimientos armados de finales de los 60 en Colombia y tres años después salen desencantados, desilusionados, con heridas físicas y morales. Todo este medio siglo mal contado de la experiencia de una familia es lo que mi novela trata como un gran relato de aventuras pero también como una exploración de la aventura ideológica y la relación que estas vidas privadas tuvieron con las grandes fuerzas de las ideas y de la historia que marcaron a todo un país y todo el siglo XX para nosotros.

¿Qué te aporta ese momento crítico en octubre de 2016 donde empieza la novela?
En octubre de 2016 Sergio Cabrera pasa por un momento especialmente difícil, su padre acababa de morir con 92 años, se había separado de su mujer portuguesa, que había regresado a Lisboa, y Colombia acababa de rechazar en referéndum los Acuerdos de Paz que hubieran permitido acabar con medio siglo de guerra. Todo eso desequilibró profundamente a Sergio Cabrera y en ese momento recibe una invitación de la Filmoteca de Catalunya para hacer una retrospectiva de sus películas. Escojo ese momento para comenzar la novela, y no solo porque la metáfora es perfecta: le invitan a revivir su obra cinematográfica, eso es perfecto para un novelista, a partir de ese momento el personaje de Sergio Cabrera empieza a recordar su vida y la de su padre. Es un momento real, no inventado, en el que confluyeron tantas cosas verdaderas que para mí, como novelista, era muy difícil dejarlo pasar. Era un recurso narrativo perfecto, un hombre, en un momento muy difícil de su vida, recibe la invitación de parar y mirar atrás, recordar lo que ha hecho.

¿Qué parte de la historia colombiana ayuda a comprender Volver la vista atrás?
Volver la vista atrás aterriza en Colombia en 1969, los movimientos armados están muy asentados en toda Latinoamérica y en Colombia había varios, con maneras distintas de entender cómo hacer la Revolución. Contar esos años desde el punto de vista de una persona como Sergio Cabrera puede ser profundamente iluminador de esa parte que no se ha contado de nuestro conflicto ahora que los colombianos tratamos de pasar la página de la guerra, y parte de la implementación de los Acuerdos de Paz es necesariamente mirar atrás y abrir un espacio donde quepan todas las historias distintas que dejó nuestra guerra. Y una es la de gente como Sergio Cabrera, un joven burgués de vida privilegiada que recibe la influencia de ciertas ideas, una especie de lavado de cerebro según sus propias palabras, y se convence de que el camino es la revolución armada. Su desencanto, su desilusión, su cambio de rumbo, su convicción muchos años después de defender sus ideas dentro de las reglas de la democracia en una vida en paz, que es lo que hizo como político, todo eso es parte de un gran relato colombiano y de un intento en favor de la reconciliación que espero que sea una de las consecuencias saludables de traer estos relatos a la luz.

¿Cómo contribuye esta novela al diálogo de Colombia con el mundo?
Esta es la novela más internacional que he escrito. Una historia de vida que empieza en la España de la guerra civil, que atraviesa países como República Dominicana y Venezuela donde llegan los exiliados por primera vez, y luego Colombia. Y luego va a la China de Mao, que en los años de 60, para América Latina podía considerarse tan extraño y remoto como otro planeta… En eso hay una exploración de cómo en el Siglo XX ese gran relato que fue el comunismo y el marxismo no respetó fronteras, dio la vuelta al mundo afectando, distorsionando y descarrilando en algunos casos las vidas de la gente. Me ha gustado mucho darme cuenta de cómo las decisiones que Sergio Cabrera toma cuando llega a Colombia en 1969 son incomprensibles sin momentos de la vida de su padre 30 años atrás, cuando con 15 años Fausto Cabrera empieza a admirar a su tío militar partidario de los republicanos durante la guerra en España. En ese momento se siembra una semilla que acaba con Sergio Cabrera tomando las armas en Colombia para defender ciertas ideas. Esa manera en que las ideas atraviesan generaciones y fronteras y moldean las vidas de gentes que están muy lejos del momento en que nacieron siempre me ha interesado y en esta novela creo que lo cuento con mejores resultados que nunca.

¿Hay alguna pregunta concreta que te hizo escribir esta novela?
No hay una sola pregunta. Esta es una novela que constituyó todo un reto al explorar momentos muy distintos de la experiencia del siglo XX, y en particular de la llamada guerra fría que en Latinoamérica no tuvo nada de fría, dejó incendios regados por todo el continente… Había muchas cosas de la vida de Sergio que me interesaban profundamente. Una era muy privada: cómo la influencia de su padre, ideológica, política y también artística, produce a la persona que es hoy Sergio Cabrera. Es una novela de padres e hijos, de fanatismos, en la que las ideas arrastran las vidas privadas de una familia. La gran pregunta de la novela es: ¿Cómo pasa esto? ¿Cómo las fuerzas invisibles de la historia de la política entran y trastornan las vidas privadas de una familia? Era la pregunta esencial del libro.

¿Qué cuidados tuviste para trabajar con ese material tan íntimo y delicado como es el dolor, la vulnerabilidad de un protagonista, que es real?
Efectivamente era material inflamable, era como estar tratando con nitroglicerina. Es la vida de otras personas que son mis amigos y están vivos y que podían sufrir las consecuencias de cada palabra que escribiera. Había que tener mucho cuidado. Este regalo que me hicieron, este legado de entregarme sus vidas para ponerlas por escrito implicaba una responsabilidad inmensa. Hice una especie de pacto conmigo mismo de médico, hipocrático, con un mandamiento primero: no hacer daño, no publicar una sola línea que pudiera causarles dolor en ningún sentido. Acordé con Sergio que tendría el derecho a censurar lo que fuera del primer borrador que escribiera. Y no censuró nada, entendió como entendí yo que no valía la pena pasar por todo este esfuerzo por 30 horas de trabajo, documentos, conversaciones, investigaciones… para decir una mentira, para edulcorar o maquillar la realidad. Estuvimos de acuerdo que esto solo se justificaba para contar toda la verdad sobre su vida y hacer una especie de catarsis, exorcismo. Y proponer un relato sobre ese gran espacio que es la historia colombiana de los últimos años.

¿Hay algún personaje femenino de la historia colombiana que te tiente como escritor?
Sí, muchísimos. Y esto lo comparto con una de mis hijas que incluso ha escrito al respecto. Sigue teniendo muchas sombras que valdría la pena explorar el personaje de Policarpa Salavarrieta, es extraordinariamente rico, ha sido manoseado por la narrativa popular, está bien que se lo apropie, pero también la han convertido en una especie de santa y tampoco es la verdad completa. Estos personajes tienen sombras y lugares desconocidos que son provincia de la novela. Un poeta alemán, Novalis, decía que la novela sale de las fallas de la historia. Sobre la fascinante vida de esta mujer todavía hay muchas fallas, muchos lugares por explorar y de ahí podría salir una novela.

¿Volver la vista atrás puede convertirse en una película con Sergio Cabrera a la dirección?
El proyecto de la novela nace de una historia muy breve que escribí sobre los años en China de Sergio. En esas conversaciones vi a Sergio como un libro andante, un libro de Juan Gabriel Vásquez con cara y ojos. Y Sergio, desde el principio de la lectura del manuscrito de la novela, ya la veía como una película, como una serie. La vida de Sergio Cabrera y familia está demasiado llenas de vivencias y peripecias para entrar en una sola película. Pero una serie sí la vemos, la ve él más clara. Y por supuesto, la única persona que la podría dirigir sería él mismo, que creo que conoce casi tan bien su propia vida como yo.

NOTA: Juan Gabriel Vásquez ha dejado ejemplares firmados de Volver la vista atrás en las librerías de Barcelona: Laie (c/ Pau Claris, 85), La Central (c/ Mallorca, 237) y Nollegiu (c/ Pons i Subirà, 3).