(Entrevista publicada en el número de febrero de 2008 del periódico ‘Mundo Hispano’) Si alguien conoce bien la idiosincrasia del pueblo boliviano, ése es Juan Ignacio Sales, ex-Ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de Carlos Mesa y diplomático de largo recorrido que ahora ocupa un alto cargo en la Secretaría General Iberoamericana. Siles ha estado en Casa Amèrica Catalunya presentando su libro “Los últimos días del Che” –un “ensayo ficcionalizado” sobre el trágico final de Ernesto Guevara– y con él hemos abordado el complejo momento socio-político del país andino, que amenzaza con fracturarse. Una encrucijada que podría resolverse, explica Siles en la siguiente entrevista, con un pacto social inclusivo entre el modelo de país centralista que propugna Evo Morales y las demandas autonómicas de los cinco departamentos de la “media luna” boliviana.
Juan Ignacio Siles, diplomático, escritor y ex-Ministro de Asuntos Exteriores de Bolivia: “ Los bolivianos somos expertos en encontrar soluciones cuando estamos al borde del precipicio”
¿Qué aporta su libro “Los últimos días del Che”?Este libro fue escrito hace 10 años, cuando se cumplieron 30 de la muerte del Che. He querido dar una versión desde adentro de lo que fue la guerrilla, una especie de metonimia de lo que podría haber sido la sociedad boliviana de haber triunfado la guerrilla y una revolución... También he querido reflejar el ambiente en el que se produce esa guerrilla. He tratado de coger esa visión desde adentro. No me interesa el tema político y sí el humano. Lo que vivieron, lo que sufrieron, con lo que se alegraron y se entristecieron, su vida, su pasión y su muerte. Es una visión muy pegada a la realidad, pero es una visión “ficcionalizada”. ¿En qué fuentes se basa para recrear esos últimos días del Che?Me sujeto al diario del Che, a los testimonios de otros diarios, que son muy poco conocidos y algunos no están publicados. También he accedido al diario del Che que está en las bóvedas del Banco Central de Bolivia. Lo he tenido en mis manos muchas veces, y es impresionante, tanto la libreta como el cuaderno morado... He tenido conocimiento de algunos de los supervivientes, soy muy amigo de Loyola Guzmán, una de las bolivianas que formaba parte del aparato urbano de la guerrilla. Y he estado en los lugares donde murió y libró su última batalla, donde fue asesinado, donde se puso su cuerpo en la lavandería del Hospital San Juan de Vallegrande. Es lo que he tratado de transmitir en esta novela de no ficción o, si quieres, ensayo ficcionalizado. Dos años después de la llegada de Evo Morales al poder en Bolivia, ¿qué balance hace? Yo, que he vivido en carne propia lo que es estar en el poder en Bolivia, te puedo decir que no es fácil, la boliviana es una sociedad abigarrada, con mucha superposición de tipo racial, económico, social, regional.... Hay muchas fuerzas en permanente juego. Y en permamente conflicto, al menos es lo que está sucediendo ahora. Es lo que el vicepresidente de Bolivia gusta de decir “empate catastrófico”. Pero yo creo que ese empate ha existido siempre en la historia boliviana y no podemos pensar que una de las partes se va a imponer sobre las otras. Hay que buscar un pacto social que haga rentable para todos una Bolivia en común donde se respeten y toleren unos a otros. Llegar a un conflicto, tratar de imponerse los unos a los otros, sería realmente la catástrofe. Y lamentablemente, en este momento hay dos fuerzas que polarizan y extreman la situación para buscar una situación de conflicto que no va a llevar a ninguna parte. Es necesario que todas las partes se sienten a dialogar. No va a ser fácil porque se ha polarizado muchísimo la situación entre el poder central situado en La Paz, donde está la fuerza indígena más potente que apoya al gobierno de Evo Morales, y el status quo que proviene del poder regional de las Prefacturas, que tienen algo que decir. ¿Le ha faltado tacto político a Evo Morales para evitar esta situación?Evo Morales es un producto de lo que es Bolivia. Era una necesidad de que las cosas se abrieran, pero también es necesario reconocer que esa democracia que proviene de finales de los años sesenta permitió que Evo Morales llegara al poder. Y eso significa la apertura de la sociedad boliviana hacia el mundo indígena, los más desposeídos, y la llegada al poder de “los otros” ha significado en el país una apertura en el sentido de pertenencia a la nación. Eso es indudable e irreversible, y eso hay que agradecérselo a Evo Morales y a toda la gente que le ha llevado al poder. Pero esto no significa que esta situación deba mantenerse a perpetuidad. Tenemos que hablar de la posibilidad de que unos lleguen al poder, pero que otros los repongan en su momento. Debe haber un juego democrático. Lo importante para mi es ese proceso de cambio que va más allá del cambio económico y del proceso de reformas, de mayor centralización en el Estado o de descentralización en las regiones del poder, o dar más participación al individuo o a la empresa privada... Lo importante es que se abra un sistema de participación donde todos se sientan ciudadanos. Como ex-ministro boliviano de Exteriores, ¿coindide con los que consideran a Evo Morales un apéndice de Hugo Chávez en la región? ¿Perjudica al país esa supuesta alineación con el presidente venezolano?El presidente Morales está en su legítimo derecho de elegir a sus aliados. E incluyo al presidente Chávez, al presidente Fidel Castro, al presidente de Ecuador, Rafael Correa, y a cualquier otro governante de países vecinos o no vecinos. Lo importante es abrir puertas pero no cerrar otras. ¿Qué quiere decir?Bolivia es un país dependiente, sin acceso directo al mar, lo que establece una versión de país de dependencia con los vecinos. Para poder exportar nuestros productos debemos pasar por cualquier país, y para recibirlos también. Por lo tanto, tenemos que buscar las mejores relaciones con todos nuestros vecinos y tenemos que buscar ser el engranaje, porque Bolivia está en el centro de América del Sur, entre lods distintos sistemas de integración existentes, ya sea la Comunidad Andina, el Mercosur, o en un ámbito más amplio, la Comunidad Suramericana. Y eso significa que el presidente Morales puede tener sus aliados, como el presidente Chávez, pero también debe mantener una buena relación con el Perú o con Chile. Con Chile ha hecho un esfuerzo bastante grande de acercamiento, aunque no veo que eso haya dado todavía una información concreta sobre las expectativas bolivianas de lograr una salida al mar. Esa aparente dependencia de Chávez, ¿no está desgastando en exceso a Morales?El tema de Chávez también debe analizarse desde el punto de vista de si la sociedad boliviana lo ve o no como una interferencia. Mucha gente ve como una interferencia la presencia casi permanente de Chávez en Bolivia, pero antes también ha habido presencia de otros jefes de Estado, de otros gobernantes o de otros grupos en el caso de Estados Unidos. Así que lo importante es mantener el equilibrio del país en el contexto internacional. ¿Cuál es el reto inmediato de Bolivia?Solucionar una encrucijada muy difícil: asimilar el proyecto del Gobierno, que es la Constitución aprobada de muy mala manera hace ya unas semanas, y el desafío presentado a ese proyecto por los cinco departamentos de lo que se llama “la media luna”, que es un referéndum sobre el denominado modelo autonómico. Está claro que ambos sistemas son abiertamente contradictorios porque el modelo propuesto por la nueva Constitución –que deberá ser aprobada en refréndum, lo que no está nada claro– es absolutamente centralista. Deberíamos abrir de nuevo la discusión sobre la Constitución y plantear las autonomías. El problema fundamental es ideológico: lo que quiere imponer el presidente Morales es un modelo de sociedad centralizada y los otros quieren una sociedad mucho más autonómica y desde el punto de vista económico un sistema mucho menos centralizado. ¿Podemos lograr que esas dos vertientes de la política boliviana cedan posiciones? Si no lo hacemos, nos veremos enfrentados a una situación límite sin salida fácil. Los bolivianos, sin embargo, somos expertos en encontrar soluciones cuando estamos al borde del precipicio. No quiero decir con esto que en este momento estemos al borde del precipicio. Pero sí estamos en una situación bastante delicada y confío en que los bolivianos vamos a encontrar la posibilidad de un pacto social inclusivo que signifique desarrollar en paz la sociedad boliviana. En paz, pero también bajo un modelo mínimamente igualitario, compartiendo lo que son las responsabilidades pero también el bienestar social.