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El Tapu es el dictamen sagrado ancestral, que impone los límites en la conducta humana a través de prohibiciones y reglas. El Umanga es una práctica antigua comunitaria, que hace referencia a toda acción, ejecutada de manera conjunta, que tiende al bien común. La investigadora chilena Sofía Abarca Fariña nos habla de estas dos prácticas solidarias colectivas ancestrales, renacidas y activadas en la Isla de Pascua en tiempos de Covid-19.

Con una población de unas 7000 personas y un pequeño hospital con sólo 2 respiradores, las autoridades locales han decidido sellar este territorio a fin de cuidar las vidas de sus habitantes. En la isla más isla del planeta, cerrada completamente desde hace 7 meses, con un 80% de paro, prácticamente sin suministros externos, la solidaridad se ha vuelto el hábito esencial de sus habitantes. En ausencia casi total de dinero en circulación, ante la detención de la máquina turística de la que dependía todo el mundo, su manera de hacer comunidad ha tenido que cambiar drásticamente.

Los hoteles están vacíos, las cabañas abandonadas, el comercio y los servicios pertinentes cerrados, porque todo estaba centrado en los visitantes a la isla: el ritmo de acogida de viajeros era de al menos 500 personas diarias, con una población flotante de 3000 turistas aproximadamente.

La vida de los rapanuis se ha tenido que adaptar. Un proceso difícil pero que no ha logrado paralizar a los isleños -a pesar de la inseguridad que provoca esta crisis- y los ha mantenido cohesionados gracias al respeto de los Tapu (las antiguas normas que imponen límites a la conducta social) y la Umanga, la conciencia colectiva ancestral que conduce a actuar como un solo cuerpo coordinado. Así nos lo explicará Sofía Abarca, el próximo 3 de noviembre en conexión en directo con la Isla de Pascua, donde reside desde hace más de 20 años.