Leonardo Valencia es uno de los máximos exponentes de una nueva generación de escritores ecuatorianos, y por este motivo fue invitado al encuentro literario “Bogotá 39” junto a los otros 38 jóvenes autores más destacados de la nueva literatura latinoamericana. Desde hace nueve años, Leonardo Valencia reside en Barcelona, donde es director del Programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona y donde publica sus obras, con gran éxito de crítica, como con su segunda novela “El libro flotante de Caytran Dölphin” (2006). Leonardo Valencia es uno de los muchos artistas ecuatorianos emigrados de su país, reunidos estos días en Casa Amèrica Catalunya para debatir sobre su particular situación y reivindicar su trabajo en el Primer Encuentro de Cultura Ecuatoriana de Ultramar. “Soy un poco escéptico de las políticas oficiales porque cierta oficialidad tiende a difundir un tipo de arte conveniente para esa institución”, afirma el escritor respecto a las políticas públicas culturales. Nos habla de su visión de la cultura y de la política ecuatoriana actual en la siguiente conversación.
Leonardo Valencia, escritor ecuatoriano: “La demagogia cultural del populismo es peligrosa”
Leonardo Valencia es uno de los máximos exponentes de una nueva generación de escritores ecuatorianos, y por este motivo fue invitado al encuentro literario “Bogotá 39” junto a los otros 38 jóvenes autores más destacados de la nueva literatura latinoamericana. Desde hace nueve años, Leonardo Valencia reside en Barcelona, donde es director del Programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona y donde publica sus obras, con gran éxito de crítica, como con su segunda novela “El libro flotante de Caytran Dölphin” (2006). Leonardo Valencia es uno de los muchos artistas ecuatorianos emigrados de su país, reunidos estos días en Casa Amèrica Catalunya para debatir sobre su particular situación y reivindicar su trabajo en el Primer Encuentro de Cultura Ecuatoriana de Ultramar. “Soy un poco escéptico de las políticas oficiales porque cierta oficialidad tiende a difundir un tipo de arte conveniente para esa institución”, afirma el escritor respecto a las políticas públicas culturales. Nos habla de su visión de la cultura y de la política ecuatoriana actual en la siguiente conversación.
Los artistas ecuatorianos en el extranjero reclaman mejoras en la política cultural exterior de Ecuador. ¿Cómo pueden concretarse estas medidas?
Es obvio, se necesita un mayor apoyo. Primero, hay un aspecto económico, para poder financiar invitaciones y este tipo de cosas, pero creo que también es una labor de relación pública por parte del gobierno ecuatoriano. Yo no soy un técnico cultural, pero hay elementos que son importantes y que en caso de Ecuador implica tener una concepción de la cultura para poder hacer esta política. Por ejemplo, el saber informar adecuadamente, acercarse a los medios de prensa, a los gestores culturales, no solamente enviando un boletín. Lo importante es tener un diálogo con los críticos, con los medios de prensa, y eso implica un trabajo que a veces no tiene tanto que ver con los recursos financieros sino más bien con una actitud, una predisposición hacia la cultura. Sin embargo, yo soy un poco escéptico de las políticas oficiales porque creo –y hablo como escritor– que a veces es peligroso: cierta oficialidad tiende a difundir un tipo de arte conveniente para esa institución. Se necesita una gran madurez cultural dentro de los ámbitos políticos para poder tener una cierta visión objetiva o imparcial. Sí creo que Ecuador tiene que implicarse más, que los gobiernos tienen que implicarse más en la difusión de la cultura. En Latinoamérica, hay países que tienen una muchísima mayor conciencia de la importancia del capital cultural. Pienso en México, en Colombia, países que están invirtiendo en difundir su cultura.
¿Qué se debe pedir a los ecuatorianos, tanto en Ecuador como en el extranjero, en relación a su cultura?
Hay que tener en cuenta una cosa que es básica para no perdernos en un lirismo, y es que mucha de la población emigrante ecuatoriana es una población que no tiene un nivel de formación superior, y entonces no podemos exigirles que sean representantes de una cultura que hasta cierto punto es de élite, en términos literarios o en términos pictóricos, o musicales, también. Sin embargo, creo que se empieza por la actitud de compartir, de mostrar cosas. Hay muchas obras ecuatorianas que pueden decirle mucho a un público español. Al público español le interesa lo que pueda decir un autor como Juan Montalbo, en “Capítulos que se le olvidaron a Cervantes”, o le interesa –como ya lo ha demostrado– Pablo Palacio, o le interesa lo que tiene que decir un poeta como Alfredo Gangotena, o autores más contemporáneos, autores que estamos trabajando acá en España y que nuestra obra se está publicando aquí. Revisando el ISBN de los autores ecuatorianos publicados en España desde el 2000, hay más de 30 títulos. Entonces ahí sí hay una actitud de los ecuatorianos de dar a conocer parte de su cultura.
Como escritor ecuatoriano residente en Catalunya, ¿puedes llegar a determinar la buena o mala salud de los otros sectores culturales ecuatorianos?
Las industrias culturales convencionales, es decir, las formas artísticas que tienen unos ciertos canales como la publicación, el medio editorial, pintura, galerías, museos, teatro, etc., este tipo de arte o de manifestación cultural no está representada, no es visible en España. Pero lo que es la cultura en un sentido más abierto, la música, la gastronomía, sí es visible. Uno camina por Barcelona y se encuentra con muchos restaurantes ecuatorianos. Son dos términos distintos de cultura. Creo que hay una parte viva, una cultura viva, de la gente ecuatoriana, que está presente. También está presente la manera de hablar, que se está incorporando al idioma. Jordi Pujol comentaba que los niños catalanes se están criando con nanas ecuatorianas, y los ancianos, aquí en Barcelona, están cuidados por mujeres ecuatorianas. Hay un nexo real. Pero lo que son industrias y canales culturales más normalizados, no: hay una carencia enorme.
¿Cuál es tu opinión sobre el momento actual que vive la política de Ecuador, con el nuevo gobierno de Rafael Correa?
Hay un cambio que recién está en proceso. Afirmar algo ahora, tajantemente, no tiene sentido, pero creo que hay un cambio importante. Ha habido un gran proceso de corrupción dentro de Ecuador y muchos abusos por parte de determinados grupos de poder. Hay una necesidad de cambio, el pueblo lo ha reconocido, y hay un grupo político, que dirige Rafael Correa, que quiere ese cambio. Como idea y propósito, es muy sano; el asunto es ver cómo se va a realizar esto. A mí, personalmente, me preocupa los usos y modos que tiene el populismo. Tiende a exagerar ciertos conceptos a riesgo de sacrificar realidades concretas. Es cierto que es concreta la necesidad del pueblo ecuatoriano, pero también es peligrosa la demagogia cultural del populismo. ¿Va a haber cambios? Creo que ya los hay: se ha creado un Ministerio de Cultura y hay un afán de querer dar espacio, de tener una mayor presencia cultural. Hay que esperar todavía para ver los resultados y cómo se va asentando este proceso.
Respecto a la reciente y lamentable agresión a una joven ecuatoriana, ¿cómo valoras las reacciones de la prensa y del gobierno ecuatoriano?La reacción del gobierno ecuatoriano es natural y obvia. También el gobierno español reclama cuando algo le ocurre a un español fuera. En realidad, de este triste episodio causado por un personaje que está fuera de sus cabales, yo quiero ver el lado positivo, que es el civismo que yo siempre he visto en Barcelona. La reacción unánime, el rechazo unánime de la sociedad, aquí en Catalunya y en España, nos está mostrando que España no es la imagen que da este individuo, que es un personaje salido de un delirio mental. La reacción de la ciudadanía, el civismo que yo veo en Barcelona, donde vivo desde hace nueve años, yo lo percibo: esto le molesta mucho al catalán, el romper el orden, el romper el respeto en la calle. Eso es una buena señal. Ha habido un inmediato acogimiento a esta barbaridad, que yo no vería exclusivamente como una agresión de alguien contra un extranjero, sino que es la agresión de una persona violenta contra una mujer. Yo me quedaría con esto. Y eso no es permitido, sea quien sea, sea de donde sea, no se puede permitir.