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20/10/2010 / Barcelona

Los escritores Tomás González, Antonio José Ponte, Slavko Zupcic e Inés Bortagaray abordan identidad, tradición y modernidad en Casa Amèrica Catalunya

Segunda sesión en Casa Amèrica Catalunya del festival literario “Fet a Amèrica” con un cartel de lujo: Tomás González (Colombia), Antonio José Ponte (Cuba), Slavko Zupcic (Venezuela) e Inés Bortagaray (Uruguay). Escritores de referencia en sus países respectivos pero escasamente difundidos en el resto de América Latina y España que han abordado cuestiones de calado como la identidad, la tradición y la modernidad. Y, también, las sensaciones no siempre reconfortantes del día a día. “El oficio de escritor es muy difícil. Es permanente, en el que cada día se descubre algo, que genera una obra que no siempre tiene lectores… Sin ambición, sin repetirse “hoy también voy a pretender ser escritor”, es imposible escribir”, ha afirmado Zupcic.

En primer lugar han intervenido González y Ponte, en la mesa “¿Cómo ser uno mismo sin repetirse? La identidad literaria” moderada por la periodista Elena Hevia. El colombiano Tomás González ha afirmado que “después de Gabriel García Márquez los escritores latinoamericanos perdimos el complejo. Nos dimos cuenta de que se podía escribir con una calidad máxima… a pesar de ser colombianos”. Y ha matizado: “La influencia se determina por la realidad que uno está viviendo, no porque le guste más o menos un escritor”. En el caso del cubano Antonio José Ponte, residente en Madrid desde hace años, su periplo como escritor ha venido marcado por los condicionantes propios de la situación política de la isla. “Uno se mueve por fobias: sé lo que no quiero. ¿Dónde recolocarme? Lo tuve fácil: Donde no quería estar”. “No he querido manifestarme demasiado para evitar encasillamientos”, ha añadido.  Sobre la identidad literaria, Tomás González ha dicho que “en el estilo final se encuentran rasgos de todos los escritores que a uno le gustaron” y se ha mostrado partidario de la naturalidad en el ejercicio del arte de la escritura.“Cada novela trae su voz, que siempre será la de uno mismo. Buscar la “voz propia” deliberadamente es una búsqueda absurda”. Un aspecto en el que Ponte ha coincidido: “Buscar la voz propia induce a entrar en la autoparodia. Lo que me interesa encontrar es la pieza que busco, el libro, el ensayo, el poema… Si los personajes mueven la novela y no la voz propia, se corre menos riesgo de repetirse”. A continuación, turno para Zupcic y Bortagaray, protagonistas de la mesa “Tradición y Modernidad” moderada por Eloi Fernández Porta, escritor, crítico y “performer”. “La literatura era para mí un acto muy espontáneo que encontraba sentido en el brote, en la inspiración. Ahora no reniego de ello, pero ya no es suficiente. Me preocupa mucho la corrección”, ha reconocido Bortagaray.     La uruguaya es también autora de guiones para televisión: “Los guiones que he escrito y que se han llevado al cine han contado con la suerte de ser trabajados por amigos. Incluso en alguna diferencia de criterio luego entendí, ya en pantalla, que el resultado era bueno. Es importante hacer un ejercicio de confianza”, ha dicho al respecto antes de afirmar: “No me gustaría versionar alguno de mis relatos para el cine. Me interesa más pasar a otras cosas”. Una defensa de la pasión por escribir que también comparte el “pluriempleado” Slavko Zupcic, psiquiatra de profesión. “Cuando escucho a un paciente puedo ser escritor, y cuando soy escritor puedo ser psiquiatra; no necesito dejar una cosa para hacer la otra. Lo uno y lo otro cuentan con éticas compatibles”, ha declarado.  Y ya en asuntos de forma, Zupcic y Bortagaray han unido sus voces en pro de la imperfección literaria. “El libro malo, que no necesariamente es fácil de escribir, es posible que enseñe más que el bueno. Un libro malo maravilloso, por ejemplo, es El Padrino”, ha dicho el venezolano. “Hay belleza en obras imperfectas, que aparentemente presentan debilidades, le ha secundado Inés Bortagaray.