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09/02/2010 / Barcelona

Marc-Antoine Archer, relato en primera persona de un testigo del terremoto de Haití

Marc-Antoine Archer, cónsul de Haití en Barcelona, mantiene reuniones de trabajo con responsables de Casa Amèrica Catalunya de cara a la organización del acto solidario que albergará nuestra sede, en la calle Córcega, 299, el próximo 24 de febrero. En estas citas, Archer ha rememorado las vivencias del 12 de enero en Puerto Príncipe. Las que le tocó en primera persona al hallarse en la capital de su país. Un relato estremecedor, como el de cualquier otro haitiano que vivió aquella inolvidable tarde del devastador terremoto, que ha cambiado para siempre la historia de la nación más pobre del continente americano.

Por motivos de trabajo, Archer y su esposa llevaban algunas semanas residiendo en Puerto Príncipe. Gestiones del consulado en Barcelona le habían llevado de nuevo a su tierra natal. De vuelta a Catalunya, cinco días después de aquel seísmo marcado con un 7’1 en la escala de Richter, se ha visto convertido en un testigo de cargo, un notario que da fe de aquel infierno dantesco vivido en primera persona. Y, como cualquiera, opta por la vía más directa al definirlo: “Siempre se dice que no existen palabras suficientes para explicarlo. Y es verdad, es así: No hay palabras suficientes. No las encuentras, no existen. No tiene nombre. Por mucho que lo expliques, no puedes transmitirlo y eso es un poco frustrante...”.  Pese a tales limitaciones, esta es su vívida narración: “Hasta anteayer, todavía se me saltaban las lágrimas al recordarlo. Fueron 55 segundos, los más largos de mi vida y, seguro, de la vida de todos los que lo vivimos. A mi mujer y a mí, el terremoto nos pilló en casa y esa fue nuestra inmensa fortuna. Por eso estamos vivos, por puro azar. No hubo ni un grito. La nuestra fue la única casa del vecindario que no se vino abajo….”. De manera lineal, Marc-Antoine Archer desgrana los recuerdos de momentos que ya le acompañarán de por vida: “Cuando cesó el movimiento, salimos corriendo a la calle. Lo primero que vimos, el edificio de la Maternidad. Tenía siete plantas. Estaban derruidas. Todas, en el suelo y se oían los gritos y lamentos de las personas atrapadas… Aún noto el olor, aquel olor tan peculiar; aquellas vibraciones. Con cualquier ruido, nos sobresaltamos, todavía hoy. Cada noche he tenido una pesadilla distinta y sigo sin dormir bien. Imagínate a los que se quedaron allá… A la mañana siguiente, recorrimos Puerto Príncipe y quisimos pasar por todos los lugares que visitamos durante las horas previas. Todos, derrumbados. Los ministerios, edificios oficiales, en el suelo. Claro, puro cemento y hormigón. Ni una sola viga de hierro. Eso era Haití. Eso explica que la catástrofe fuera tan inmensa…”. Tampoco él se libró de las especulaciones sobre si había salvado o no su vida: “Estuve dos días ‘desaparecido’. Se cortaron todas las comunicaciones telefónicas y, transcurridas 48 horas, pude por fin enviar mensajes con mi móvil ‘español’ gracias a que mantenía la batería. Así tranquilicé a familiares y amigos”. El de Marc-Antoine Archer es, apenas, un caso entre millones. El suyo, el de una persona realmente afortunada. Y ahora, la mirada hacia el futuro. Entre los primeros pasos, el acto del próximo día 24 de febrero en co-organización con Casa Amèrica Catalunya. El cónsul de Haití en Barcelona mantiene diáfano el objetivo de colaboración, de lo que Catalunya puede hacer para transformar el porvenir de la nación caribeña. Pero eso ya es parte de otra crónica en esta misma web.