Esta web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerte un mejor servicio. Al navegar, consideramos que aceptas su uso. Más información

Aceptar
27/05/2009 / Barcelona

Mariana Rondón, directora de cine venezolana: “Lo importante de mi película ‘Postales de Leningrado’ es que hay espacio para todo el mundo y cada espectador puede ubicarse donde quiera”

Con su película “Postales de Leningrado” (2007), la directora de cine venezolana Mariana Rondón ha logrado un pequeño milagro: volver a poner en el mapa al cine de su país. No en vano, “Postales de Leningrado”, su ópera prima, ya ha cosechado un total de 21 premios internacionales y ha participado en 41 festivales de cine de todo el mundo. Rondón acaba de presentar en Casa Amèrica Catalunya, y por vez primera en Barcelona, “Postales de Leningrado” –con gran éxito de público al congregar a casi 300 personas en el Instituto Francés, lugar de la proyección- y el documental “Los hijos de la guerrilla”, surgido a raíz de la preparación del largometraje. Con ambos audiovisuales, Rondón ofrece una visión fresca, diferente y polémica de un tema tabú en Venezuela: la actividad de la guerrilla que operó en el país en la década de los 60. “¿Por qué una comedia de algo tan trágico? Pues porque los venezolanos somos así también”, dice en la siguiente entrevista Mariana Rondón, hija de una pareja de ex-guerrilleros que siempre ansió contar su historia.

Su documental “Los hijos de la guerrilla” surgió de forma accidental...Sí, fue totalmente accidental. Estaba en medio del rodaje de ‘Postales de Leningrado’. Era un rodaje muy complicado. En ese momento no había nada de cine en Venezuela.  Tenía poco dinero pero decidí hacer la película porque me dije que si no la hago ahora quizás ya no la haga después, quién sabe si va a haber dinero, quién sabe si yo voy a seguir querer haciendo cine... ‘Postales...’ era la película que quería hacer cuando empecé a hacer cine pero sentía que no estaba madura para hacerla, para hablar de esa experiencia. Pero luego me dí cuenta que nunca iba a estar madura, que eso era mentira... Y entendí cómo debía hacer la película, que era desde la mirada infantil. Era una realidad que nunca podría ver como adulta y siempre sería esa historia infantil que me ocurrió. Y me puse a hacer la película con muy pocos medios, casi kamikaze, pero había mucha gente ayudándome... Y me pregunté ¿por qué está esta gente ayudándome? ¿a cuenta de qué? Y me di cuenta que habían experiencias similares a la mía, que algunos eran hijos de guerrilleros... Pero como es un tema que nunca se habló, que nunca se tocó, que parecía que a nadie importó en Venezuela, que éramos cinco a los únicos que nos había pasado y yo estaba sacándolo...  Me dije que a lo mejor estaba siendo muy arbitraria en cómo estaba contando mi historia y que no era lo mismo que lo que les pasó a los demás... Y a partir de esta experiencia he descubierto que no somos sólo cinco, que aparecen hasta de debajo las piedras, que es una experiencia muy sensible. Y por otro lado, que hay todo un montón de gente que no tenía ni idea de que esto había pasado... El rodaje de “Los hijos de la guerrilla” tampoco tiene nada que ver con su ‘ópera prima’...‘Los hijos de la guerrilla’ es un accidente y surge así: tengo una cámara aquí y vamos a ponernos a hablar. A veces no nos funcionaba la luz, a veces no nos funcionaba el micrófono, aguantaba la cámara y no podía ver si estaba haciendo un buen encuadre porque el que estaba delante estaba totalmente desarmado, llorando, y yo no me iba a poner a ver por la cámara, tenía que verlo a él...  Es lo opuesto a ‘Postales...”, con una imagen y una técnica muy delicadas, todo muy cuidado... “Los hijos...” es un accidente todo el tiempo, y con las cosas hechas, quizás, no de la mejor manera... Se complementan: si con ‘Postales...’ estoy echando mi cuento tengo que facilitar a los otros, que no pueden, para que lo cuenten también. ¿Son las dos caras necesarias de una misma moneda?Yo creo que “Los hijos de la guerrilla”, sin ver “Postales...”, no tiene mucho sentido. “Postales...” sí existe por sí sola y “Los hijos de la guerrilla” sigue siendo como un parásito de “Postales...”. Yo lo veo así. Tus padres fueron guerrilleros de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. ¿Por qué ese silencio y por qué esa necesidad tan explosiva de romperlo tal y como se ve en “Los hijos de la guerrilla”?Se conocen las historias de las guerrillas de los 80 en Centroamérica y las de los 70 en el Cono Sur... En Venezuela no fue ni de las dimensiones ni llegó a los extremos de lo del Cono Sur. Sigue siendo una historia muy pequeña que además tuvo una oportunidad, y me parece muy importante, que fue la pacificación. Si bien hubo gente que murió, hubo también una oportunidad de paz, de reencontrarnos. Hay un chico en el documental que explica que esto fue como un ensayo de lo que podía llegar a pasar después... Para a quien le hayan matado a un familiar tiene las mismas dimensiones que lo del Cono Sur, pero digamos que no tuvo ese tamaño aunque estoy entrando en mis contradicciones que tengo en torno a este tema...Y quizás de esto no se habló más porque los mismos guerrilleros no quisieron hablar. No sé si se lo impidieron o no, pero también había que cuidar y no decir cosas de gente que sí siguió en eso...  Es la impronta de la clandestinidad...Mientras hacía el documental alguien me preguntó si se podían decir nombres, como si todavía se debiera estar callado con esto... Claro que es esa clandestinidad que siempre rodea a la guerrilla pero yo me pregunto si era realmente un problema de seguridad el decir las cosas o era simplemente una costumbre de no decirlas. Son dos cosas que se juntan, se mezclan y se confunden. ¿Cuál es la clave del éxito de ‘Postales de Leningrado’?Los jurados decían: es el lugar desde dónde se aborda la historia, que es dura, difícil, muy dramática... Y de repente yo la abordé desde un lugar –que me han criticado mucho, muchísimo- con mucho humor y mucha comedia ¿Por qué ese humor y esa comedia?  Ese humor y esa comedia es de los venezolanos, no es un acto esotérico mío, es cómo escucho esos cuentos y esos cuentos tenían algo de tragicomedia y eso tiene que ver con la manera de ser de los venezolanos. Y es lo mismo que me critican en otros lugares donde la película es rechazada. ¿Por qué una comedia de algo tan trágico? Pues porque somos así también. El socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, ¿tiene también algo de tragicómico? ¡Ojo! Lo tragicómico no quita lo serio –ríe– Es simplemente cómo somos, parte del retrato. Con ‘Postales...’ sentía que no estaba tocando, para nada, el momento actual. Lo siento como dos cosas completamente distintas. Ni el documental ni la película llaman al momento actual. O, por lo menos, no todavía . Quizás un poco más adelante, no sé cuándo... Siempre he sentido que son procesos completamente distintos, que no tiene nada que ver lo ocurrido en los años 60 en Venezuela con lo que ocurre ahora. Son historias que no tienen nada que ver. Sí puede ser interesante que los de afuera entiendan que la realidad nacional de Venezuela, que las cosas son tragicómicas, que siempre hay un elemento de comicidad en la manera de ser venezolana. Lo decía por la promoción de ‘Postales...’: “Se fueron a liberar el mundo y los seguimos esperando”...Eso tiene como punto de partida a unos niños que siguen esperando (a los guerrilleros) porque aún les llegan postales de Leningrado y nadie les ha dicho que aquí no hay nadie que les venga a liberar... Ellos pueden seguir creyendo que se quedaron en Leningrado. Y si ésa es tu opción, es válida porque para mí es muy importante la obra abierta. ¿Qué es lo que importa? Que cada quien se ubique donde quiera. Hay para todo el mundo.