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Poco tiempo después del 11 de septiembre de 1973, del golpe de Estado contra el gobierno constitucional presidido en Chile por Salvador Allende Gossens,  el abogado y periodista Carlos Berger fue asesinado por el nuevo régimen de Pinochet. En apenas tres días de margen, 75 presos políticos capturados por la dictadura militar como opositores fueron secuestrados, torturados y ejecutados. Muchos de ellos, desaparecieron.  Germán Berger, hijo de Carlos, no ha sabido mucho de su padre, quien murió antes de que él soplara su primera vela en el pastel de aniversario. La familia sólo hablaba de Carlos como icono político, nunca como persona. Mi vida con Carlos es la búsqueda personal de un hijo en pos de su padre asesinado. Es la historia de un drama familiar que refleja el de todo un país. La cinta, de 83 minutos, está narrada en primera persona, en la voz de un hombre que le habla a su padre muerto -el padre que le quitaron-, mientras intenta reconciliarse con su biografía. La estructura la da el testimonio de cuatro protagonistas enfrentados a la imagen de Carlos Berger, abogado y periodista, militante del Partido Comunista y director de Radio Loa, de Chuquicamata. En ella, Germán recoge el testimonio de su madre, la abogada Carmen Hertz, y de sus tíos Eduardo y Ricardo. Antes de realizar la promoción de su obra en el festival de Biarritz, donde cosecharía algunos de sus premios internacionales, German confesaba que "realizar esta película era una deuda que tenía. No sólo con mi familia y conmigo mismo, sino con mi propio país". "Esta película rompió el silencio que imperó en mi familia por más de 30 años. La razón de por qué la hice fue sólo una: la enorme tristeza que impedía a todos hablar de mi padre", se confesaba Germán Berger ante la prensa especializada francesa. Gracias a esta producción, Berger ha obtenido  diversos premios en Europa y América, el Mejor Documental en la Muestra de Lleida, el de mejor película documental y el premio del público en el Festival de Biarritz, también el galardón a la mejor película documental en el Festival de Cine Latino de San Diego, y tres premios en el festival de Marsella.En su crítica publicada meses atrás en La Vanguardia, el periodista especializado Salvador Llopart reflexionaba a partir de Mi vida con Carlos: “Con este filme, Germán Berger-Hertz se adentra en los sentimientos que deja tras de sí la falta de la figura paterna (…) El filme deviene, pues, una especie de larga Carta al padre pero sin reproches. Al contrario, es una carta llena de rendida admiración por la figura de aquel joven entregado a la causa, que murió por sus ideales. Pero al mismo tiempo estamos ante una exploración del vacío que deja la muerte, cualquier muerte. (…) Y sobre todo, en la madre, consagrada a la figura del padre y a los ideales que él representó. (…) En cierto momento el filme se adentra en la lucha por la libertad en Chile y la implicación de su familia en aquella época convulsa. En este sentido, Mi vida con Carlos tiene un carácter social. Pero sobre todo es una mirada seria, sentida, y por momentos solemne del propio sufrimiento”. Una propuesta de lujo, pues, para concluir el repaso a lo mejor que ha dado este año la Muestra de Lleida. Con el atractivo añadido de contar con Germán Berger dispuesto a conversar con el público asistente al final del pase de su film.