Segunda parte de la intervención de Myriam Rodríguez, ex-guerrillera del M-19 colombiano y viuda del líder de este movimiento, Carlos Pizarro, asesinado por un sicario de los paramilitares cuando era candidato a la presidencia de Colombia. En el marco de la exposición “Ya vuelvo. Carlos Pizarro, una vida por la paz”, organizada por Casa Amèrica Catalunya y M-ART, Myriam Rodríguez ha roto su largo silencio. En la primera parte de su conferencia, la ponente abordó sus inicios en el M-19. A continuación, Rodríguez relata cómo la cárcel y la guerra pasó factura a los activistas del M-19 y hace autocrítica de algunas decisiones adoptadas por la guerrilla. Entre ellas, la de rechazar un acuerdo de paz a principios de los 80 para años más tarde negociar “al costo que fuera” un alto el fuego. Son las reflexiones de una mujer que participó en el conflicto armado de Colombia.
Myriam Rodríguez, ex-guerrillera del M-19: “Las guerras son sucias, su duración prolongada las degrada cada vez más y Colombia lleva en guerra más de 50 años...” (II)
El M-19 convirtió la cárcel en una tribuna. Desde los Consejos Verbales de Guerra –juicios de militares a civiles– se arengaba. Se denunciaron torturas y desapariciones. En las cárceles se hicieron propuestas políticas y huelgas y se promovieron movilizaciones por la amnistía. Se había iniciado un importante trabajo político con sectores sindicales, indígenas y populares, desde donde se lanzó la propuesta de una Amnistía General e Incondicional. Fue en el año 1982, durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando finalmente se aprobó y las cárceles se abrieron para los presos políticos después de tres años de detención. En la reunión que se realizará después en Panamá, a la que al fin concurren todos los cuadros del M-19, los ex-presos políticos y los combatientes que habían tenido que retirarse al sur de país, se decide que no había condiciones para la paz y que el camino a seguir era continuar la guerra. Siempre desde esos tiempos he creído que esa fue una de las grandes equivocaciones del M-19. Optar por la guerra en ese momento. Ahí, en esa decisión, se dejaba atrás todo un camino de respaldo y de conducción iniciado desde las cárceles. Se enterraba una esperanza de edificar una alternativa política nueva y diferente, que era por lo que siempre habíamos luchado. La guerraLa guerra es una bola de nieve que una vez echada a rodar ya nadie la puede detener por gran capacidad, experiencia o muy buena voluntad que se tenga. Poco a poco, el proyecto que pensamos a corto plazo, en donde volveríamos a la construcción de un país más digno y más justo, en donde nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y todo un pueblo pudiera regocijarse, se fue desdibujando. La guerra sacó a relucir sus facetas más turbias y fue entonces cuando la muerte nos abrazó y vimos desaparecer, uno a uno, a nuestros amigos. La clandestinidad, la tortura y la cárcel terminaron separándonos de todo lo que queríamos. Después, nada fue amable. La guerra misma, sus largos y continuos tiempos, sus excesos, sus urgencias y sus necesidades, nos mostraron como poco a poco todo se iba degradando. ¿Hasta cuándo podríamos resistir? ¿Hasta cuándo podríamos mantener la dignidad? Como dije, el M-19 nació con una gran audacia política y militar y con una novedosa propuesta nacionalista y democrática. Pero creo que le tuvo miedo a la degradación de la guerra ya que después de haber caído en ella no tuvo la posibilidad de encontrar nuevos rumbos. Entonces se decidió firmar la paz al costo que fuera. Todas las guerras son sucias y el tiempo prolongado se encarga de degradarlas cada vez más. Colombia lleva en guerra desde hace más de 50 años, con estadísticas y análisis que asombran: un conflicto que hoy es el más largo del mundo. Cuando nací estábamos en guerra. Luego, yo misma, llamada por los cambios, me integré a ella y después, a pesar de que en diferentes tiempos nuestra nación ha firmado muchos acuerdos de paz con grupos insurgentes de diversas índoles y con paramilitares, la guerra no ha cesado. Mi intención no es hacer una apología de la lucha armada. Y aún menos del horror que cada día nos trae. Creo que el principal valor que pudiera tener esta ponencia es el de la guerra y la paz vista desde la perspectiva de las mujeres. Podría decir que intento hacer una apología del respeto a las opiniones diversas, al derecho al disentimiento, al pensamiento libre, a la posibilidad de hacer realidad opciones políticas nuevas, a jugar con la creatividad humana, a una inclinación total a deliberar y hablar sin ser perseguido. Y eso es lo que Colombia aún no ha podido construir en su “democracia”. Porque cuando en un país su clase dirigente no se preocupa con prioridad por pensar en soluciones inteligentes a sus conflictos, encontrando las causas que los generan para trabajarlas e iniciar caminos de construcción nacional, difícilmente darán éxito los pasos “pacificadores” a través de las armas