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31/05/2009 / Barcelona

Myriam Rodríguez, ex–guerrillera del M-19 colombiano: “A pesar de la presencia de mujeres, las guerrillas tampoco combaten los estereotipos de género propios de una sociedad patriarcal” (III)

En esta tercera entrega de su intervención en Casa Amèrica Catalunya, Myriam Rodríguez, ex-guerrillera del M-19 colombiano, aborda una de las cuestiones fundamentales –y muy escasamente tratadas–  para entender las interioridades de los movimientos armados en este país latinoamericano: el papel de la mujer en las guerrillas. El panorama, en opinión de Myriam Rodríguez, no puede ser más desalentador: también en el seno de los grupos armados, ya sean las FARC o los paramilitares, se reproducen los esquemas de dominio masculino. (Myriam Rodríguez también es viuda de Carlos Pizarro, el comandante del M-19 que lideró su abandono de las armas y conversión en movimiento político siendo asesinado cuando en 1990 era candidato a la presidencia del país).

La negociación de paz más importante que ha vivido Colombia en los últimos tiempos fue la de 1990. Dio origen a una nueva constitución en 1991, siendo el Estado Social de Derecho el elemento de fondo.  En este proceso fueron 4 los grupos guerrilleros desmovilizados. Anotemos algo sobre la presencia de la mujer en cada grupo guerrillero: Movimiento 19 de abril, (M-19) -presentes desde su fundación-; Ejército Popular de Liberación (EPL) -de colaboradoras a combatientes-; Quintín Lame (de origen indígena) -entre la igualdad de lo comunitario y el desconocimiento de la guerra, lo que las oculta-; y el Partido Revolucionario del Trabajo (PRT) -con reducida presencia femenina-.  De estas negociaciones, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se mantuvieron al margen, argumentando falta de garantía, ante el exterminio del que estaba siendo objeto el partido político de oposición, la Unión Patriótica que perdió más de 400 militantes en su corta vida política.  30% de participación femeninaEn relación a la participación de la mujer en la insurrección armada, se considera que actualmente hay un 30% de participación femenina. Sin embargo, en el proceso de negociación que se llevó a cabo en 2.000 durante el gobierno de Andrés Pastrana, sólo una mujer fue escogida por el grupo guerrillero para integrar la Comisión Temática. Fue Mariana Páez, quien junto con 9 hombres estuvo encargada de recibir las comisiones provenientes de distintas partes del país para las audiencias. Dentro de las FARC, con ese grado de participación, fue la única mujer incluida en el proceso de negociación: era evidente la marginalidad del rol asignado. En la lucha armada insurreccional en general, el hecho de participar como guerreras no significa que las organizaciones combatan los estereotipos de género de una sociedad patriarcal. En el caso de las FARC, la participación femenina no ha ido a la par de los derechos de las mujeres. Por eso no se han incluido mujeres en las mesas de negociación. Esto quiere decir que las nociones de lo masculino y lo femenino siguen operando en el imaginario de los combatientes.  Mujeres en los paramilitaresAhora bien, la forma como los grupos de autodefensa integran a las mujeres en las actividades de la guerra presenta algunas diferencias en comparación con las FARC. En primer lugar, la cantidad de mujeres en las filas paramilitares es mucho menor: las autodefensas casi no reclutan mujeres y, cuando lo hacen, las condiciones en las que participan son distintas a las de los hombres.  Una mujer ex-combatiente explica de la siguiente manera la escasez de mujeres en las filas: "Porque muchas veces en la clase militar, que son de dos meses, si uno no pasa las pistas lo matan; o por el comportamiento de uno lo matan. Por eso casi no hay mujeres en los ‘paras’... O en otras partes no lo aceptan a uno, porque civil es uno y combatiente es el otro".  Este testimonio sustenta el hecho de que las autodefensas no combaten los estereotipos de género, que asignan a la mujer su realización en lo privado y su exclusión de la guerra. La arena propia de lo femenino es lo que se comprende como "civil" y por eso, el que existan mujeres combatientes genera contradicciones, así, es mejor que no las haya. El autor Joshua Goldstein, dice: “dejar a la mujer volverse guerrera, podría amenazar la dominación del hombre sobre la mujer. Así es como las culturas patriarcales, limitan la participación de la mujer en el combate”.  En las filas paramilitares en Santa Fe de Ralito no hubo ni una sola mujer concentrada como comandante. Y se pudo observar que en estas filas, donde hay entre el 10 y un 15% de presencia femenina, es casi imposible alcanzar posiciones de mando.   “Sería contradictorio que grupos armados que no se han preguntado sobre la situación de los derechos de las mujeres vengan de la noche a la mañana a incluirlas en procesos de negociación. Probablemente los grupos armados no son los interlocutores más apropiados para abanderar tales causas. Sin embargo, la pertinencia de que ellas estén presentes en las mesas corresponde a otros criterios. En el momento de hacer la transición hacia la paz, las mujeres que participaron en la guerra se encuentran con grandes dificultades para reinsertarse a la vida civil y para sortear con éxito esas dificultades, es necesaria la inclusión de mujeres que fijen condiciones.” (Información tomada de Reliveweb. “Las mujeres en la guerra y en la paz. Lo femenino de las FARC y de la AUC”)  Muy escasas veces, por no decir nunca, en los altos niveles de negociación las voces de las mujeres y su experiencia en procesos de prevención de conflictos, reconstrucción y rehabilitación, se han tenido en cuenta, pero esta situación no sólo se presenta en el caso colombiano, sino en el mundo. Esto puede traducirse que la participación de las mujeres sigue siendo baja en los espacios de la decisión política. (“Ruta Pacifica de la Mujeres”. Publicaciones Oficina de Comunicación)