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10/06/2014 / Barcelona

‘Queda mucho por hacer’, artículo de Antoni Traveria sobre el Mundial de futbol de Brasil

Reproducimos Queda mucho por hacer, artículo del director general de Casa Amèrica Catalunya, Antoni Traveria, sobre el Mundial de futbol de Brasil publicado en El Periódico de Catalunya en la edición del domingo 8 de junio.

“Brasil despejará muchas de sus dudas en pocos días. La Copa del Mundo de Fútbol podría suponer la paradoja de convertirse en un antes y un después decisivo para el futuro político de quién deberá gobernar el gigante latinoamericano entre 2015 y 2019.

La presidenta Dilma Rousseff se juega con el Mundial gran parte de sus opciones de reelección a partir del próximo 5 de octubre. Las encuestas pronostican hoy su triunfo casi seguro en segunda vuelta, pero el desgaste sufrido en los últimos meses, por muy diversos, numerosos y sorprendentes factores, le han hecho perder significativos porcentajes de apoyo a la gestión de su gobierno.

La izquierda brasileña del Partido de los Trabajadores (PT) cumple un ciclo continuado de doce años en el poder, un hecho inédito en la historia del país, con la legítima intención de revalidar su hegemonía un mínimo de cuatro años más. Fue precisamente hace un año cuando la presidenta perdió la mitad de su popularidad pasando del 70 al 35 por ciento de aprobación. Muy lejos del millón de personas que tomaron las calles en junio y julio de 2013 en demanda de reformas en educación, en salud o en los transportes, coincidiendo entonces con la celebración de la Copa Confederaciones, las protestas de ahora han ido disminuyendo en asistentes, pero no en las consecuencias violentas.

Dilma Rousseff y sus ministros se han esforzado en intentar demostrar que la inversión realizada para el Mundial y los Juegos Olímpicos, aún siendo muy importante, es mínima si se compara con el PIB del país. Sin embargo, se ha instalado en una parte de la opinión pública el concepto de despilfarro, corrupción y también, la idea de una mala elección inversora en las prioridades sociales. En el último año se han multiplicado las huelgas espontáneas de pequeños sectores que han mostrado una gran capacidad para lograr paralizar los servicios públicos de ciudades inmensas como Río de Janeiro y Sao Paulo, con el consiguiente trastorno para el conjunto de los ciudadanos. El mes pasado, en Recife, la capital del Estado de Pernambuco, al norte de Bahía, se produjo algo muy parecido a una guerra, iniciada tras una huelga de la policía militar que comportó una suma de violencias con orígenes distintos, coincidentes en ese instante preciso de absentismo de los encargados de la seguridad, trasladando el miedo al conjunto del país.

Hasta hace muy poco Brasil era el modelo a seguir para aquellos países que pretendan ser considerados como emergentes. Los datos. La economía brasileña creció en 2010 un 7,5 por ciento; alcanzó un PIB del 2,7 en 2011 y del 2,3 en 2013. La previsión para este año es del 2 por ciento. En menos de cuatro años el gobierno de Rousseff entregó cuatro millones de viviendas sociales a los más necesitados. Respecto del desempleo, en 2013 llegó al 7 por ciento. Los salarios suben por encima de la inflación y ésta se sitúa en el 6 por ciento anual. Pero a pesar de las sustantivas mejoras sociales de las que se han beneficiado los sectores más marginados -unos 40 millones de personas han abandonado la pobreza en los últimos 10 años- los tres problemas principales del país siguen siendo la violencia, las desigualdades y la corrupción política e institucional.

Aquellos que entienden de futbol repiten que éste es un juego que puede llegar a ser muy caprichoso. Permitan una simple hipótesis. Si la canarhina va superando eliminatorias y el balón va entrando en la portería de los rivales, es probable que todo vaya bien. En cambio, si la selección brasileña fuera eliminada de forma rápida, es muy posible que el grado de insatisfacción general se trasladara entonces a las calles con protestas en las que podrían llegar a coincidir apasionados y desafectos del futbol. Lo que pueda suceder dentro y fuera de los estadios, dependerá en gran medida de los Maicon, Alves y Neymar. Justo cuando termine el Mundial se iniciará otra competición: 140 millones de electores deberán decidir si reeligen o no a Dilma Rousseff. Queda mucho por hacer”.