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10/11/2010 / Barcelona

Skármeta: “El sentido de mi literatura es fundir la gran poesía con la subcultura popular para que circule entre la gente” (1)

Antonio Skármeta estuvo en Casa Amèrica Catalunya para hablar de sus poetas predilectos y de su admiración por Neruda, Gabriela Mistral o Jorge Manrique junto a su hermano menor Juan Villoro. Y lo hizo con la seducción de ese actor frustrado que un día fue, capaz de cautivar al público con sus palabras y su discurso tal y como lo consigue con su obra, de la que desveló secretos íntimos a lo largo de casi dos horas culminadas en una masiva celebración de sus primeros 70 años de vida.Un Skármeta en estado puro, delicioso y certero. Belleza literaria de prólogo a epílogo.

Empezar junto a Juan Villoro, por mucho que el escritor chileno le considere fraternal, ya es un lujo. Juan es ya el Santo Patrón de cuantos tenemos el placer de apreciarle sin reservas en Casa Amèrica Catalunya y le guardamos en un altar. Que él te presente supone entrar en el cielo de la mejor mano. Y si no ahí va la muestra. Villoro dice de Skármeta: “Sus 70 años son fecundos y casi inverosímiles. Marcó mucho a mi generación, a los que nos miramos en él para ser escritores y nos interesábamos por su fantasía de aquellos textos como Desnudo en el tejado o El ciclista de San Cristóbal. Roberto Bolaño se inspiró en A las Arenas de Antonio como semilla para Los detectives salvajes. Queríamos ser poetas de la vida, vivirla como obra de arte, a la On the road de Kerouac. Entender la vida como una experiencia artística. Bolaño decía que Skármeta era el Chéjov de nuestros tiempos en cuanto a la riqueza de sus cuentos, talismanes sagrados”. Viene de largo su relación: “Le conocí a mis 24 años en su exilio de Berlín. Ya pueden imaginar lo que significó para mí el encuentro. Su obra y sus personajes suponen una continúa búsqueda del arte poético y los protagonistas de sus trabajos quieren vivir de manera poética. Incluso más tarde halló la manera de meter a sus poetas reales de referencia en la ficción”. Tanta devoción y respeto en el prólogo de Villoro dio pie a que Skármeta iniciara su lección magistral sobre los poetas que más le han influido con un toque de su característico humor: “Juan y yo somos hermanos y esa fraternidad ha quedado ya anunciada en su presentación. Un hermano no habla mal de otro, claro. Tiene razón Juan al decir que me siento fascinado por los poetas. El sentido de mi literatura consiste en fundir la gran poesía con la subcultura popular”. O dicho en sinónimo, para ahondar aún mejor en el concepto básico, “lograr que esa cultura magnífica del pasado sea una moneda de oro que circule con normalidad entre la gente, que la comunicación sea compartida. Por eso los transformo en personajes de ficción. No realizo sus biografías, ni retratos verosímiles, no les agoto como personajes reales. Los tomo, como a Neruda en ‘El Cartero’, con auténtico pudor. Me digo: ‘Este Neruda no es mi Neruda, es el del Cartero; Neruda es infinitamente más grande. Lo único que pide el público es tolerancia. Aquí caben todos los Nerudas de todos…”. Antonio Skármeta relató en clave íntima su experiencia con San Juan de la Cruz: “Era muy joven y tenía a mi madre enferma. Estudiaba el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz y a los poetas místicos. Oía entonces a Elvis Presley, a Bill Haley & His Comets, rock de primera hora, todo mezclado. La poesía aquella me enseñó que en lo más oscuro de la vida surge la iluminación. Entonces escribí El ciclista de San Cristóbal, el cuento de un chico que participa en una carrera ciclista sabiendo que su madre morirá. Intuye que si hace un esfuerzo supremo y gana, su madre sanará. Logrará por amor salvar a su madre. El cuento se inicia como descripción de un chaval de su edad que sale de noche, fuma, bebe, baila, escucha jazz y por amor, esa mañana, llega al punto de sufrimiento máximo. Tras ganar, vuelve al apartamento y encuentra a la madre sentada, tomando una sopa. Mamá le pide sal, porque la sopa está sosa…”. Salto en el tiempo, en la vida y las influencias de Skármeta hasta llegar a Gabriela Mistral, referencia mayúscula de su carrera: “Tanto la admiré que marché a Estados Unidos, donde vivía ella, para verla y vivir la vida de poeta, prácticamente yo sin un duro. Me impresionó. Le acababan de dar el Nobel de Literatura y allá estaba, lejos de su Chile del que tanto escribió. Ella me inspiró Una vuelta en el aire en la que me encarga, personalmente, la misión de buscarle una bandera chilena que envuelva su ataúd, ya que la enfermó un cáncer y se halla terminal. No deseaba esa solemnidad al ser poeta rebelde, pero la veía con esos zapatones, esa bufanda larga, y no me podía negar. Me hablaba de su poesía, me daba de comer, me tocaba y lo sentía como un bautizo, una herencia que me traspasaba”. De hecho, la Mistral volvería a la obra de Skármeta años después, pero contaremos eso en la segunda parte de la trascripción de la sesión con el escritor vivida en Casa Amèrica Catalunya que hallarán en esta misma web.