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03/11/2010 / Barcelona

Villoro, Herralde y Jordi Soler vierten ferviente amor a Monsiváis en el homenaje masivo de Casa Amèrica Catalunya

“¿Qué haremos sin ti, Monsi?”, se preguntaba Elena Poniatowska en el funeral por Carlos Monsiváis. Transcurridos seis meses desde el fallecimiento del polifacético periodista mexicano, perejil genial en todas las salsas culturales de aquel país, en cualquier movimiento nacido durante los últimos 50 años desde el vientre del progresismo, la respuesta pareció clara, bien diáfana para el público que llenó el auditorio de Casa Amèrica Catalunya. Allí, sus buenos amigos Juan Villoro, Jorge Herralde y Jordi Soler, ante tantos y tantos fervientes seguidores, con sólo verse reunidos, destilaron amor y admiración a espuertas por el personaje. La respuesta a Elena, un clamor: Seguir amándole.

Entre los presentes en el Día de los Muertos, festividad señalada en el país azteca, la cónsul Francisca Méndez, para subrayar “el significado especial de la muerte en México”. Ahí arrancó el genial Villoro como un ciclón de grado cuatro, quizá cinco. Desatado, sin un apunte. La pura admiración por Monsiváis parecía dar cuerda y musa a su oratoria: “Su obra reivindica el carácter festivo, el humor aplicado a todo en la vida. A los 28 años, Carlos ya publicó el prólogo a una antología de la poesía mexicana en el que ensalzaba el sentido del humor, quejoso de tanta solemnidad y altura. Como decía Augusto Monterroso, el sentido del humor es eso que sirve para hacer pensar y, a veces, para hacer reír…”.Ya con el público en el bolsillo, el seguidor número uno del Necaxa y fan más conocido del Barça en México, al margen de excepcional escritor como actividad secundaria, los convirtió en calderilla al recordar que “Monsiváis tuvo la genial ocurrencia de escribir una autobiografía publicada antes de cumplir los 30. En ella incluyó una autoentrevista en la que el entrevistador le recriminaba jactarse demasiado de haber leído tanto. La respuesta era puro aforismo de los suyos, ‘ya que no tuve infancia, déjeme tener currículum’. En esas claves aforísticas se halla la muestra de su descomunal inteligencia, el increíble juego de las paradojas, la persona cultísima que lo leyó todo y lo resumió para los demás, los que nunca lo leeremos y, en cambio, nos fiaremos de él. El ser humano sensible, cercano a los refranes y nacido para reivindicar a la postrada cultura popular. Lo hizo todo. Escribió incluso letras para canciones, sketchs teatrales con Carlos Fuentes y preparó un guión para Luis Buñuel que no se llegó a filmar. Hizo de actor interpretando a Santa Claus borracho… En el 54 escribe ya sobre el cantante Bola de Nieve y la cultura popular, diez años después llega el Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco, lo que le confirma como un adelantado a su tiempo”. Y la gran frase, la cereza del pastel de Villoro a modo de gran regalo hacia su mentor: “Carlos Monsiváis se ocupó de todos los temas bajo el sol y a los que llegábamos después, lo único que nos quedó fue citarlo. Fue asimismo un enorme escritor de masas. Representó a la izquierda moderna, crítica, incluyente, tolerante, con muchas minorías dentro. Es la voz que comenta lo que cuenta, narra los hechos y al mismo tiempo, las opiniones sobre los hechos. El gran árbitro de la cultura mexicana y, en caso de duda o vértigo, aparecía el oráculo Monsiváis para actuar como referente insustituible”. Sensacional Villoro, aplaudido a rabiar cuando acabó su torera faena, no sin antes redondearla con una apuesta final: “Creo que quedan de Monsiváis unos 40 libros aún por venir. Entre conferencias, ponencias, libros que quedaron en cajones y lo que llegó a escribir sin publicar, aún nos dará muchas agradables sorpresas como legado”. Tras la ovación, y por seguir en el símil taurino, no era fácil saltar al ruedo después de José Tomás, pero Jordi Soler también tiene duende y estilo propio. El catalanomexicano o mexicanocatalán (en el caso de Soler, imposible tachar lo que no interese), arrancó con una anécdota. Cuestión de método y según los vecinos del Norte –americano-, infalible si se usa bien. Acertó. Allá va el recurso, explicado por Soler: “Era 1998. Una revista me mandó para que reuniera a Bono, el cantante de U2, con Monsiváis. Quieran que los entrevistara juntos. Bono aparece vestido a lo militar, de verde olivo. Carlos lo apabulla a datos sobre la situación en Irlanda del Norte. Detalles no ya de experto. Microdetalles de los suyos, sacados de vete a saber dónde. Bono se quedó boquiabierto, con los ojos a cuadros. Era así. A toda nuestra generación, Monsiváis nos acercó a un México que no nos tocaba, ni nos llegaba. Él se hizo cargo de que nos interesara intelectualmente. Me guió a realizar una antología de textos críticos suyos que debía ser publicada en España. Me decía que quien no conoce México, no conoce bien España. Quien no conoce a Monsiváis, no conoce México, eso también lo doy por seguro”. Jordi Soler escogió una selecta muestra de aforismos made in Monsiváis, leídos para general deleite de la audiencia. También él destiló amor y admiración a raudales por el homenajeado. Sus frases, tan geniales como las legadas por Oscar Wilde para las futuras generaciones de europeos. Tercer espada en cartel, otro brillante primera fila, el editor Jorge Herralde, quien se declaró “apabullado por Villoro y rematado por Soler”. Y así, también de entrada, demostró sobradas tablas para ganarse al respetable a su manera. La de Herralde fue otra manera de afrontar el recuerdo. Un patchwork, una manta de esas confortables, hecha a retales que calienta y cobija. Se trajo el creador de Anagrama viejas cartas, fotocopias y arsenal de recuerdos, arrancando en los 60 con la memoria en sepia de aquel gran amigo de Carlos, “Sergio Pitol, con el que hablaba a diario, el primero que me dio su nombre”. Desgranó Herralde la excentricidad, cuan imprevisible era el personaje, capaz de impostar la voz para no afrontar la fecha límite de un pedido. Cuantos manuscritos jamás enviados, aquellos índices en los que sólo resumió los nombres de sus obsesiones a modo de capítulos (‘narcotráfico, María Félix, Pedro Infante, Frida Kahlo, Sequeiros, Ribera, el movimiento zapatista, Jorge Negrete…’). El gran éxito de ‘Aires de familia’, ensayo acogido asimismo por la crítica y también la eterna pregunta íntima que se plantea aún Herralde, “¿cómo puede ser que un autor de esta envergadura no sea conocido aquí?”. Aún está a tiempo. Al menos, lo certificado en Casa Amèrica Catalunya es el amor incondicional de los incondicionales de Carlos Monsiváis. Todos cuantos acudieron a su Altar de Muertos trocado en Altar de Homenajes Presentes y Bien Vivos.